: | Es la noche más larga del año y ahí estoy yo, acostada boca arriba en mi cama intentando conciliar el sueño, pero miles de pensamientos escondidos en la oscuridad de mi mente me acechan. Permanezco inerte con los ojos bien abiertos atenta a lo que me rodea, a cualquier sombra que se cuele por la ventana o algún sonido disfrazado de murmullo.
Pasan los minutos y mi angustia es cada vez más grande, estoy sola, no hay nada que pueda liberarme de mis pensamientos que, como dije antes, se apoderan de mi mente y de mi alma desgarrándome por dentro con sus uñas afiladas.
Trago saliva, pero el ardor que emana de las heridas hechas por las afiladas uñas no cesa. Como combatir aquellos fantasmas del pasado, que ríen a carcajadas silenciosamente mientras me miran con aire de desdén.
Siento el frío de la noche calándome los huesos, me arropo con las sabanas, pero estas ignoran mi suplica de cobijo, de calor, volviéndose cómplices de la helada noche que hasta ahora continua observándome.
Intento ahogar el miedo que todo esto me provoca, sin embargo se abre camino entre los poros de mi piel. Una lagrima corre por mi cara, limpio el agua salada con el paso de mi mano, mientras giro la cabeza hacia la ventana. Ahí está, espere horas en la temible oscuridad que parecía perenne, sólo para volver a verlo una vez más. A lo lejos emerge de entre las montañas devorando aquel velo ausente de color que cubría impunemente el paisaje. |
No hay comentarios.:
Publicar un comentario