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Le atormentaban los espejos debido a la confirmación que estos hacían de la realidad, de su realidad como ser humano, como hombre, como fugaz vida, como inevitable muerte. En tiempos antiguos los hombres creían que detrás de aquellos artefactos de vidrio se escondía un universo totalmente antagónico y contrario al que uno pertenecía; se creía que mostraban una cara que no era la propia. A Mateo le ocurría lo contrario y el miedo era totalmente inverso. El entendía que esos espejos (los de su habitación sobre todo) mostraban su verdadera cara, su realidad, su materialidad, su estar-ahí tan odiado por él, siempre deseoso de estar en otro lugar. Pero sobre todo, lo quizás más terrible, el espejo se convertía en una voz que anunciaba que el era poseedor de un cuerpo, y que ese cuerpo algún día ya no sería reflejado, que ese cuerpo, finalmente, desaparecería. El espejo era anuncio y confirmación de muerte.
Cuando descubrió, ya adolescente, el Carpe Diem, lo encontró tonto y absurdo. "El día se puede vivir de dos maneras: reflexionando nuestro pasado, o anhelando nuestro futuro". Le llevó años que este pensamiento pesimista que había adoptado no le duela. El sabía que no estaba equivocado, aunque deseaba estarlo; soñaba con que todo fuese de otra manera. Pero no. No Mateo, las cosas son así y así finalmente las debió aceptar, en esa edad donde ya se ha sido golpeado demasiadas veces y se cae en la resignación, pero también en el deseo de venganza, de cerras heridas. Ahora ya era tarde para eso. Se veía a si mismo viejo, acabado, el espejo no mentía. Sin embargo seguía conservando algunas pasiones de su juventud: la música, el amor, el pensamiento.
La madrugada lo encontró otra vez reflexionando. El insomnio y los libros son mala combinación. No recordaba desde cuando poseía (o desde cuando contrajo) el maldito hábito del pensamiento insustancial, de la reflexión vana; pero sucedía que, por momentos, el mundo le parecía demasiado hostil y decidía refugiarse en sí mismo, volcarse enteramente en su ser. Los pensamientos de esa noche lo condujeron hasta su infancia: las tardes aguardando la llegada de su padre a la casa luego del trabajo, las lecturas y la cocina con su madre, las peleas y los juegos con sus hermanos, los árboles invitando a ser trepados, el primitivo encanto del fuego o las estrellas, los ancianos vecinos. Esos recuerdos abstraían a Mateo profundamente, le buscaba una significación a su infancia o, mejor dicho aún, le buscaba una significación a su vida desde su infancia. Pero no la encontraba, tampoco se encontraba a él dentro de tanto proyecto fallido. La separación con Nama lo había a! turdido, lo había desorientado. Antes encontraba el fundamento de los días en despertarse al lado de ella, pero ahora ya no más. Sus días ya no tenían fundamento alguno, sería cuestión de crear algún otro, de despertarse solo pero siempre para algo. ¿De donde habría nacido esa insuficiencia personal? ¿Por qué siempre dependió de una mujer para ser feliz? No lo sabía, cuando cesó de buscar respuesta a la pregunta el sueño lo atrapó.
Despertó, tomo un café y luego toco el piano, como para armonizar la mañana. A las nueve ya estaba en la redacción, puntual como de costumbre. Sus últimas publicaciones habían tenido un gran éxito. La revista, en general, estaba cosechando un gran éxito. Las ediciones eran devoradas por los estudiantes e intelectuales mas snobs. Mateo comenzaba a molestarse con el nuevo director por la inclinación política que había impuesto a la revista. Rodriguez era un loco, si, pero jamás hubiera permitido que se publicaran textos de comunistas en la revista, como hacía el nuevo zurdo-director. Aunque esto a Mateo solo le molestaba por cuestiones de ética (cada-cosa-en-su-lugar), ya que sus publicaciones no se veían afectadas por la política: el área de literatura se consideraba sagrada y apolítica y no se podía tocar. El solo se limitaba a escribir algunos cuentos surrealistas o existencialistas, pero tenía miedo, y lo tenía con razón pues, luego de la inclinaci! ón política, siempre llegaba la censura; nada mas ofensivo para un escritor que no se le permita expresarse mediante la libertad de sus ideas. Desde luego hasta ahora solo le había sucedido una vez, solo lo censuraron en una oportunidad, por el cuento del suicida. Recordaba que a Nama no le había gustado para nada esa historia (y sobre todo ese final) la imagen de su cara horrorizada mientras lo leía jamás abandonaría la memoria de Mateo. Si, tal vez uno de los motivos de la separación con Nama fuera que ella ya estaba completamente segura de que dormía con un loco. Tal vez Nama leyó, en el cuento del suicida, al mismo Mateo exigiéndole ayuda, una ayuda que ella no estaría dispuesta a brindar. Ella no sabe que lo escribí luego de lo que sucedió con Mariano, pobre Mariano...
"¿Donde se encuentra Alberto? Debo entregarle este mamarracho antes de las diez, se me hace tarde. Allí esta, cabeza calva y brillante."
-Supongo que venís con el cuento en la mano. No, espera. Tenes que tener ese cuento en la mano.
-Acá lo tengo, no te preocupes. Consideralo uno de los últimos, cada día me es mas difícil escribir. Las frases no se ordenan, las ideas...menos.
-Vos tenes talento, che. ¿Que pasa, pibe? ¿Problemas de musas?
-Si, el problema es que mi musa tiene piernas, hermosas, sí, pero que lamentablemente le sirven para irse.
-Las mujeres nunca se van una solo vez, y siempre hay un regreso en el medio de las idas.
-Al único lugar donde se vuelve es al final, Alberto. Y créeme, no es nada lindo volver a un final. Significa volver a los ojos vidriosos y a las narices frías.
-Si, como vos digas. Nos vemos, che.
"Este tipo tiene razón, por mas que sea un estúpido tiene razón. Nama tiene que volver, pero va a volver para irse de nuevo, nada más que para comprobar que no se equivocaba al irse. Hablando de irse yo me rajo de acá, esta lleno de Marxistas. ¡Que espanto volver a la época de la locomotora a vapor!"
A las diez Mateo llego al café Proust, el lugar en el que se refugiaban todos los miserables. Allí se encontraba Sil, siempre despeinado y con su novia Melí, tal vez ellos eran la pareja mas inteligente y desvergonzada del mundo. Se paseaban de bar en bar, entre tanto alcohol y otras sustancias, discutiendo desde las propiedades cualitativas e ideológicas del arte, hasta la composición y dosis perfecta de la heroína. Cuando se sentó con ellos comenzaron las inevitables y terribles preguntas, tales como "¿Donde esta Nama?". Mateo comenzó a explicar la desgracia, mientras los sollozos histéricos de Melí infestaban todo el lugar. Finalmente hubo varias conclusiones, como que era una cualquiera, como que merecía un espacio, como que se veía venir. "Un momento, se veía venir. Si se veía venir como carajo nadie se atrevió a advertirme que iba a perderla!", esto Mateo lo pensó, a la vez que lo dijo, a la vez que lo grito, a la vez que la pareja ! se alejaba atónita. Quedó solo, pidió un café y comenzó a leer "Por quien doblan las campanas" de Hemingway, libro que supo regalarle Nama, aunque su favorito siempre haya sido Emerson. La gente lo miraba con lástima y miedo; pero el ya no los veía, no veía nada mas que su propia pena.
2
Cuando se dirigía de regreso a su casa, por la avenida San Martín, le pareció reconocer la figura. Si, era precisamente (y preciosamente) ella. No tuvo el valor de llamarla. Un ligero grito hubiera bastado para que ella volteara y lo reconociera, ¿Pero después qué? ¿Tal vez de excusa "tomemos algo" y que llegara el batallón de reproches, de promesas incumplidas, de pactos rotos? No, no quería verse en esa situación humillante. "La seguiré para ver a donde va", pensó mientras su actitud de acosador le daba entre asco y vergüenza. Como aún era de día la luz no favorecía el acto detectivesco. Por suerte la avenida estaba repleta de gente, lo que hacía mas difícil que Nama al mirar hacia atrás descubriera su presencia. Mateo siempre se maravillo por la manera de caminar de su (¿su?) mujer. Era una mezcla de torpeza y gracia, pero también de seguridad, de altanería, de superioridad. Sin duda aquella mujer era una de las criaturas mas egoc! éntricas del planeta, pero era menester admitir que tenía de que sentirse orgullosa. Recordaba ese día de verano en el que ella le declaró su amor. El nunca hubiera esperado algo semejante, por más que lo haya deseado infinitas veces, nunca se creyó capaz de enamorar a una mujer así. Finalmente, luego de varias cuadras, golpeó en la puerta de una casa. La casa era grande y vieja, con un estilo colonial. De pronto se abrió la puerta y un hombre la invitó a pasar. Mateo sintió un inmenso dolor, pero que Nama estuviera viendo a otro hombre no le sorprendió. Era una mujer hermosa, inteligente e independiente; era solo cuestión de algunas semanas para que lograra atraer a un hombre. El en cambio, siempre romántico, se obligaba a padecer varios meses de luto cuando algún amor moría.
La pesadez no le dolía demasiado. Sentía un dolor profundo, pero era un dolor esperado, un dolor inevitable y hasta necesario para él. Llegó a su casa y lo único que logro hacer fue escribir un verso:
"Si el amor en el que tu cuerpo
alguna vez ha deseado descansar,
se marcha entre besos de frialdad
entre palabras de una voz sin verdad,
no lograre quitarme nunca este peso
ni lograre escaparme de este infierno,
de saber que ya solo eres un recuerdo."
3
¿Es justo atribuirle a la tristeza las mejores obras artísticas? ¿Es justo afirmar que el sentimiento de dolor y angustia es la semilla que se debe plantar para que germine, por ejemplo, "La Divina Comedia"? Yo pienso que si. Sin duda, se requieren además ciertos adiestramientos de técnica. Es demasiado inocente creer que solo basta con dolor para poder escribir, pintar, esculpir, componer. Miles de tontos sufren y no por eso se convierten en artistas. (Es mas fácil ser un desdichado que ser un artista). La técnica es vital, si; pero yo advierto que las personas felices no necesitan escribir, debido a que simplemente no necesitan. El que escribe, lo hace porque carece. Uno escribe porque le falta algo, porque lo perdió o se lo robaron o nunca lo tuvo. Cree que convirtiendo el dolor que nadie puede ver en algo concreto como una novela que alguien leerá se salvara para siempre. ¿Se salvarán de que? Del olvido. Nadie desea morir, pero, como morir es inevita! ble, nadie desea ser olvidado, porque, en rigor, ser olvidado es morir dos veces.
La fuerza de la tristeza es totalmente increíble. Cuando se sufre un desamor somos enviados al infierno, pero cuando regresamos de ese infierno somos mucho mas hermosos, mucho mas inteligentes y agradecidos. No se debe quejarse tanto tiempo, porque no recibimos lo que nos merecemos, simplemente recibimos lo que recibimos. |
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