: | Caminas solo y en silencio, llevas en tu mano una rosa recién cortada. Tu cara no refleja emoción alguna ¿Cuántos años llevas haciendo lo mismo? Diez, veinte, no lo recuerdas. No importa.
Abres la puerta oculta, bajas las escaleras y las luces se van encendiendo mientras desciendes; atrás de ti oscuridad. Tus botas hacen eco a cada paso, construyen una melodía de tonos siniestros junto a las gotas que caen y destrozan el silencio; a pesar de que conoces el camino, pues tú lo construiste, te parece diferente: más oscuro, más profundo, más húmedo…desconocido.
Las paredes son lisas, pero tu imaginación las llena de retratos que infectan tu memoria, deseas olvidar pero no puedes, deseas dejar atrás todo pero es imposible. Tú hiciste una promesa cuando exhaló su último aliento. Das una mirada a la rosa y confirmas que se mantiene fresca y viva. Te detienes un momento, cierras los ojos y respiras con profundidad; no piensas en nada, aprietas tus labios y contienes una lágrima traicionera. Sabes que tienes que seguir bajando.
Llegas a esa puerta sólida al final del camino, buscas en tu bolsillo la llave que exhibe tu secreto. No es una llave común, tiene símbolos extraños grabados, piensas que son producto de la superstición, aun así crees en ellos; de lo contrario ¿Porqué los grabaste? Ya no estás de acuerdo con tus propias creencias. La puerta se abre y contrasta el ambiente con el aroma, es como estar en un jardín con los ojos vendados.
Hace muchos años la trajiste a este lugar… y permanece aquí, hermosa (al menos así lo crees tú). Te preocupaste por hacer cómoda la estancia, no importa que ella no lo perciba (eso también lo crees tú). Reposa en una cama de madera, viste su ropa más fina y lleva en el cuello el collar que le regalaste en su último aniversario. Procuraste que la caja de cristal que la cubre te haga pensar que la protege y no que la contiene.
Sobre el cristal está la rosa que colocaste el día de ayer, no marchita pero sí a punto de morir. Disfrutas el olor de la nueva rosa y la colocas en lugar de la otra, tiene que ser así. La última vez que dejaste sin flor la caja, tuviste que soportar sus ojos abiertos y mirándote, su sonrisa voluptuosa atrayéndote y casi escuchas su palabra que seguro pudo haber arruinado tu voluntad. Sus ojos, su sonrisa y su palabra que ya no es la suya.
Te sientas en un sillón a su lado. Piensas en lo idiota que sería platicar con ella en ese estado, así que haces algo más idiota y te imaginas que platicas con ella en ese estado. Te convences una y otra vez de que tomaste la mejor decisión, eras incapaz de recurrir a la estaca o cualquier otro método digno de un carnicero. El tiempo que tuviste para reflexionar e investigar lo utilizaste bien, aunque fue poco.
Recuerdas aquella fórmula que encontraste en ese libro antiguo, que por cierto tuviste que pagar por la traducción. Decía algo así: "Una rosa recién cortada puede contener al mal, hay que procurar cambiarla antes de que se marchite [...] Pero recuerda que el mal no es algo que se deba de contener, el mal se tiene que eliminar […]". Piensas que el que formuló la receta pudo haber sufrido algo parecido a lo que tú sufres.
Es hora de retirarse, tocas con tus yemas el cristal a manera de despedida, limpias tus propias huellas y sales. Aseguras bien la puerta. No puedes dejar de pensar que alguien sale detrás de ti y volteas a cada paso. Las luces se encienden a tu paso; atrás de ti, oscuridad. Emerger es más penoso que entrar en el abismo; sientes que las energías abandonan tu cuerpo y te convierten en una masa de carne y huesos. Una respiración profunda te da fuerzas suficientes para terminar el camino y logras abandonar aquél lugar. Cierras la puerta oculta.
Cuando sales te tiras en el suelo húmedo y comienzas a llorar. Aún no puedes entender cómo puedes continuar con esto. Sabes que no puedes descansar y te retiras a tu jardín, hay muchas rosas que cuidar.
Caminas solo y en silencio, llevas en tu mano una rosa casi marchita. Tu cara no refleja emoción alguna ¿Cuántos años llevas haciendo lo mismo? Diez, veinte, no lo recuerdas. No importa. |
No hay comentarios.:
Publicar un comentario