: | De los recuerdos de mi niñez me viene a la mente el de Doña Queta, una solterona que vivía en mi barrio con carácter muy amargo. Todas las tardes acudía a misa de siete; salia del templo con la cabeza en alto y el rosario en la mano erguida como las santas que se exponen en los nichos.
Los sábados después del catecismo acostumbrábamos quedarnos a jugar en un parque frente a la casa de Queta (sitio de reunión de los chicos de mi calle); recuerdo como nos divertíamos bueno...hasta que aparecía la policía que era llamada por la solterona a quien le molestaba el ruido y los pelotazos en las ventanas.
De carácter fuerte e impecable rectitud no era muy bien vista por nosotros los niños, ya que sus correcciones a la hora de impartirnos las clases religiosas iban desde: jalones de orejas, hincarnos en un rincón o rezar un rosario con todo y letanía.
Un sábado la catequista no acudió a su clase lo cual debo reconocer nos dio mucho gusto, sin embargo, su inasistencia no paso desapercibida. En más de treinta años como maestra nunca había faltado.
Reunidos en el parque nos preguntábamos unos a otros que podría haber sucedido, las ganas de jugar se habían ido así que decidimos averiguar. Estábamos por cruzar la calle cuando una sirena de ambulancia nos advirtió que no lo hiciéramos.
Para nuestra sorpresa el vehículo paro frente al domicilio de Queta. Paramedicos bajaron presurosos de la ambulancia, luego entraron a la casa y al poco rato salieron cargando una camilla y en ella a nuestra maestra; momentos antes nos habíamos alegrado de no haber tenido clases pero ahora, estábamos angustiados: ¿qué le habría pasado?, si ella era un roble, nunca se enfermaba, ni siquiera de gripe Nos quedamos parados ahí en el parque hasta ver perderse la ambulancia, en silencio nos retiramos todos a nuestras casas.
Al día siguiente en misa del domingo nos enteramos por el cura que Queta había sufrido una embolia. Pasaron muchos días y la maestra no acudía a la iglesia, seguíamos reuniéndonos en el parque pero ahora ya nadie interrumpía nuestro juego. Una tarde la pelota cruzo la calle y fue a parar ¡justo en la ventana de Queta!, corrimos despavoridos esperando la reprimenda que no llego pues nadie salió a gritarnos....temeroso fui por mi balón, al acercarme pude ver por el cristal de la ventana una persona sentada en silla de ruedas con la mirada perdida en el suelo; un miedo mezclado con tristeza me invadió, ahí estaba la que yo creía inmortal, la indestructible...Mi maestra ahora se encontraba débil, desvalida; me abrace a la pelota y sin decirle nada a nadie me fui directo a mi casa.
Deje pasar varios días sin ir al parque, la escena anterior se me quedo grabada muy hondo en el corazón, me dolía verla así.
Las vacaciones llegaron, con ellas, la época navideña y el comienzo de las posadas.
El templo era el punto de reunión, de ahí partíamos en procesión por todo el barrio cantando villancicos y pidiendo posada en las casas de los vecinos que gustosos repartían dulces, la gran ausente: Queta, cuya presencia nos faltaba,; cada año era la más entusiasta encabezando los cánticos navideños impulsándonos a cantar con la clara amenaza de que no recibiríamos nuestro bolo si nos portábamos mal y no participaríamos del quiebre de las piñatas... Esa noche era diferente, faltaba el sabor que ella le ponía.
Cuando pasamos por la casa de la maestra, note que lucia oscura y triste, no como otros años donde era la más iluminada y adornada de toda su calle. Desde el primero de diciembre comenzaba a adornar la fachada colocando cientos de foquitos de colores y guirnaldas con noche buenas y en el zaguán un gran nacimiento; este año no era así. Dirigí mi mirada a su ventana y la vi, estaba sentada en su silla viéndonos pasar con mirada nostálgica, corrí y le extendí mi mano llena de dulces con un poco de miedo temeroso de que me corriera, milagrosamente eso no ocurrió, al contrario se mostró amable y tomando un dulce como pudo me dio las gracias ya que se le dificultaba hablar por la parálisis fácil que mantenía como secuela de la embolia. Le pregunte sobre su salud manifestandole que pese a todo la extrañábamos en clases, me respondió que le era muy difícil trasladarse pero que igualmente extrañaba a sus alumnos; le dije que las posadas no eran lo mismo sin su entusiasmo y la invite a la del día siguiente convenciéndola que yo pasaría por ella y empujaría su silla. Corrí a reencontrarme con mis amigos para decirles que Queta ya no era mas la solterona amargada que nos pinchaba los balones sin embargo, la notaba triste y creía que debíamos de hacer algo después de todo era navidad época de reconciliación, los chicos sin dudarlo se unieron y elaboramos un plan.
Al día siguiente como había quedado, pase por la maestra y la lleve al punto de reunión, había pocas personas lo cual le extraño y reflexiva me comento:
- Ayer había mas gente ¿se enterarían que yo estaría presente?...después de todo creo merecerlo fui muy antipática y amargada: "uno cosecha lo que siembra".- Le conteste que quizá tendrían otra posada y me ofrecí regresaría a su casa. Estaba anocheciendo y teníamos que atravesar el parque, le propuse detenernos un poco para disfrutar la salida de las estrellas, al aparecer la primera le pedí cerrara los ojos y pidiera un deseo, un poco extrañada accedió, cuando lo hizo con todo el aire de mis pulmones grite: ¡uno!, ¡dos!, ¡tres! en ese momento la casa de Queta se ilumino cual cielo estrellado miles de focos de colores prendían y apagaban en perfecta armonía al tiempo que de todos lados del parque salían niños y adultos diciendo: ¡Feliz Navidad!, la emoción la embargaba y con lagrimas en los ojos repetía una y otra vez: ¡gracias! expresaba que no podía entender cómo después de todos sus desplantes y enojos le demostramos tanto cariño.
- ¡Por favor!, ¡ perdónenme! mi enfermedad me dio una gran lección "nunca debes alejar a los que quieres". Muchos de ustedes fueron y son mis alumnos me duele en el alma haberlos tratado mal, pero en el afán de ser una maestra muy correcta escogí mal el camino, no sabiendo que con "amor y comprensión los conocimientos entran mejor".
Ese año aprendí que al desamparado siempre debes tender la mano, ofrecer el hombro al acongojado y que la navidad siempre será la muestra de la grandeza de nuestro corazón.
¡Feliz Navidad para todos!
Victoria Falcón Aguila Diciembre del 2012 D.R |
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