: | Llegas a la oficina, miras por la ventana con una taza de café en la mano posada sobre un platillo de porcelana, la pones sobre el escritorio, le sacas la cuchara a la taza, la sacudes sobre el liquido y después la pones por una lado de la taza y sobre el pequeño plato. No hay luz en la oficina, solo la pequeña lámpara de escritorio que a pesar de su baja intensidad logra irradiar la parte necesaria del escritorio, dejas caer la libreta, a un lado de la máquina de escribir, desde hace más de 10 años que se inventaron las computadoras y los procesadores de texto, pero a ti te sigue gustando el sentir de cada tecla, ver como la figura de fierro, que contiene la letra, choca contra el papel y plasma la idea errónea de una visión tercermundista sobre la economía mundial, o al menos eso escribirás mientras obtienes un trabajo mejor remunerado. No tienes ganas de escribir, hoy quieres mirar las estrellas, subir a la azotea y recostarte, mirar al cielo, dormir con el techo estrellado, con la luna de vigía, lejos del estruendo unisonó de los automóviles de la ciudad de Guadalajara.
De repente así lo quieres, pero no puedes, a veces dicen que querer es poder, pero hoy de verdad no puedes, tienes que hacer la columna diaria para El Informador, de repente te presentas en las oficinas del diario, con un curriculum impecable, dos licenciaturas, una maestría y un doctorado en proceso, pero no hay vacantes, solo hay una y te dicen que por ella han pasado más de tres empleados en un mismo año, no sabes qué hacer, tienes una renta que pagar, dos deudas con el restaurantero del mercado y un coche que no usas desde hace un mes porque no tienes para la gasolina, así que aceptas el trabajo, es como columnista de economía, vaya cosa, tu nunca has estudiado economía, no tienes ni el menor concepto de lo que pudieras hablar en una columna de dos cuartillas, con letra Times, 12 interlineado de 1.5, de repente dices, qué más da, ya me pondré a leer un poco de economía y
me iré a distraer al CUCEA para conversar con los estudiantes y profesores, pero de repente te acuerdas que el psicólogo te diagnostico el síndrome de Asperger y no puedes socializar porque tu cuerpo y cerebro sufren de trastornos cognoscitivos que no te ayudan. Y de igual forma dices: qué más da, hare todo lo posible por escribir la columna, aceptas el trabajo, lo rectificas, pasas a la oficina del director y te hacen firmar un contrato de trabajo en donde te hacen aceptar un salario miserable y unas prestaciones de ley que no existen, tu primera columna puede empezar el próximo lunes, te dicen el jefe, tu asientes con la cabeza y sales de la oficina mirando todavía el contrato, como si no estuvieras presente en ese mundo, como si alguien más hubiera firmado y de repente te das cuenta de que te sentenciaste a una muerte dolorosa y torturadora, pero de todos modos sigues diciendo, qué más da. El editor te pide que vayas a su oficina, te dará las instrucciones para que envíes tus documentos, te dice que puedes enviarle tu colaboración a su correo oficial, pero le dices que no tienes computadora y solo usas la máquina de escribir, y te dice que no importa, puedes llevarle el escrito hasta las oficinas, pero le haces saber que vives lejos y no puedes llevarlo, el te dice que si quieres conservar el trabajo te busques un departamento cercano al diario y así podrás llevar el documento, tu lo ves como una buena propuesta, le dices que buscaras el inmueble en esa semana y que le llevaras el escrito todos los días, sellan el pacto estrechando sus manos y sales de la oficina, mirando a todos los periodistas que se vuelven locos, buscando, sentados en su escritorio, la palabra correcta para la nota en cuestión, miran hacia el techo, como si buscaran en el aire la palabra que necesitan, tu sales, te despides de la amable recepcionista y ella, al verte feliz saliendo del recinto periodístico, te dice que se verán pronto, augurando que te han dado el trabajo.
Ahora la meta es encontrar un nuevo departamento, no sabes si debes saldar la deuda, decides que iras a tu actual departamento, esperaras a que anochezca, te irás con todas tus cosas y no volverás a ver al casero, caminaras por la avenida Federalismo durante toda la noche, no sabrás que rumbo tomar, tienes un poco de miedo, el alumbrado público es escaso y los falsos migrantes, ladrones especializados, te acechan desde el crucero, mirando tus pertenencias y planificando la táctica que utilizaran para arrebatarte la maleta y salir huyendo sin que alguien logre atraparlo, así que decides ir a la casa de una vieja amiga, lo harás caminando, son las doce de la noche y ya no hay camiones que te lleven, llegas y miras el nombre de la calle: Pedro Moreno, miras el numero y recuerdas que es la dirección correcta, tocas la puerta de fierro, nadie responde, vuelves a tocar, pero nadie hace el menor intento de abrir, miras hacia la calle, está completamente sola, miras hacia la casa y ves que tiene un timbre, timbras, parece que encendieron la luz del pasillo, preguntan quién es, respondes que eres tú, la mujer vuelve a preguntar quién es, y ahora dices tu nombre, ella abre la ventanilla de la puerta, te mira y sonríe, abre la puerta y te deja entrar, te pregunta qué haces ahí, le cuentas toda la historia de tu miseria y te dice que puedes dormir en el sofá, le agradeces, ella sube a su recamara, tu intentas dormir, pero el perro golden retriever que tiene tu amiga, al mirar que hay un extraño en la casa, comienza a ladrar desde el patio y no te deja cerrar los ojos, decides ir al baño para mojarte la cara, te sientas en la taza, miras el revistero y ves algunas revistas culturales que hablan sobre literatura, las hojeas, después de un rato comienzas a dormitar un poco, te empiezas a quedar dormido, cae súbitamente tu cabeza sobre la revista y te despiertas, te levantas, te lavas las manos y te vuelves a acostar sobre el sofá, ahora, a pesar de que el canino sigue ladrando, te quedas dormido…rum, rum, rum, es el sonido de una licuadora, te despiertas, te incorporas sobre el sofá, es tu amiga, está haciendo un licuado de manzana, te dice buenos días con una gran sonrisa y tu le contestas el saludo mañanero, te levantas, ella te pregunta qué quieres de desayunar, tu le dices que nada, solo aceptas tomar el licuado, tienes prisa por encontrar un lugar para dormir, ella te sugiere quedarte otra noche si no encuentras casa, la aceptas, pero sales para buscar algo cercano a las oficinas de El Informador, sales de la casa, vas hacia el parque de la revolución, el parque rojo, caminas hacia la avenida federalismo, compras un periódico, caminas hacia el tren ligero, bajas hacia la línea dos, con rumbo hacia la estación Plaza Universidad, mientras esperas a que salga el tren, abres el periódico y te vas a la sección de avisos de ocasión, encuentras el aviso perfecto, en el momento perfecto, y a la hora correcta: "Se renta cuarto amueblado con vista a la calle y una pequeña oficina, barato. Entre la calle Liceo y San Felipe. Es perfecto, ya viene el tren, decides que lo mejor será irse caminando, sales de la estación del tren y te vas caminando por la avenida Federalismo, doblas en la avenida Hidalgo y sigues caminando, pasas por el mercado Corona, cruzas la plaza Guadalajara y el palacio municipal, caminas por un costado de la rotonda de los Jaliscienses Ilustres, doblas en Liceo y caminas hasta llegar a San Felipe, buscas el numero donde rentar el cuarto, no hay quien abra la puerta, te buscas unos centavos en la bolsa del pantalón y te acercas a un teléfono público para marcar el numero del anunciante, te contesta una mujer mayor, le preguntas por el anuncio, te pasa a un hombre más joven, se ponen de acuerdo, se verán en la Rotonda en media hora, esperas sentado en una banca mirando hacia Fray Antonio Alcalde, como te empiezas a aburrir, abres el periódico, recuerdas que tienes que ir aprendiendo sobre economía y decides ir a la sección de economía, miras las notas, identificas los conceptos, ubicas nombres importantes, cargos públicos e instituciones gubernamentales, de repente un hombre de estatura media, cabello negro y gafas oscuras te pregunta por tu nombre, le dices que eres tú, se saludan, caminan hacia la casa, hablan sobre tu vida, hablan sobre el cuarto, sobre el hombre, intentan sellar un trato, preguntas por la renta, te parece buena oferta, llegan a la dirección, abre el cancel, suben por unas escaleras, te dice que es una casa para estudiantes pero la han adaptado para que tenga cuartos individuales, entran al cuarto en cuestión, lo miras, te parece cómodo, ves la pequeña oficina que tiene y te parece magnifica, tiene un viejo escritorio de madera que aún se conserva salvo un poco de polvo, tiene una poltrona de oficina negra, vieja y un poco rota, le dices que te ha agradado el lugar, sellan el trato, se verán en La Flor de Córdova a las 5 de la tarde para darle el dinero correspondiente, sales de la casa, caminas hacia la Plaza de la Liberación, te sientes emocionado, decides sentarte en una banca mientras miras a los niños jugar en la fuente de aguas negras, abres el periódico, sigues leyendo, pasa alrededor de una hora y caminas hacia Juárez para dirigirte hacia el Parque Revolución, caminas, miras las tiendas, todo te parece sensacional, el aire te parece más puro, el cielo mas azul, la calle más limpia, no sabes que pasa, pero tu disfrutas del momento, llegas, caminas hacia Pedro Moreno y llegas a la casa de tu amiga, le das la buena noticia, ella se alegra, tomas tus cosas, se despiden, le agradeces la ayuda y sales, buscas un lugar donde esperar, esperas en el mismo Parque Revolución, abres tu mochila y buscas un libro para pasar el tiempo, te encuentras con un libro que te acababan de regalar unas semanas atrás por tu cumpleaños, Las batallas en el desierto de José Emilio Pacheco, te emocionas con el primer capítulo, lo sigues leyendo, ya vas a la mitad, terminas de leerlo, miras el reloj, han pasado dos horas y media, ya casi son las cuatro, decides seguir caminando, ahora será por Pedro Moreno, llegas a Plaza Universidad, miras algún lugar en donde sentarte, pero te llama la atención la Biblioteca Iberoamericana Octavio Paz, decides entrar, aun falta una hora, dejas tus cosas con una joven bibliotecaria y recorres los pasillos, miras títulos, autores, sacas uno, vas a una mesa, comienzas a hojearlo, descubres que es de economía, lo comienzas a leer, te aburre un poco, después de un largo rato miras al reloj, ya son las cinco de la tarde, pides el libro prestado, llenas algunas formas y te lo llevas, cruzas la plaza y ves al hombre arrendador, está pidiendo un café, te mira, te saluda, pregunta si quieres algo y pides lo mismo que ha pedido, te sientas y pones tus cosas por un lado, comienzan a hablar, el te dice que ha estado buscando un carro, tu le dices que tienes uno, pero que no lo usas, lo tienes guardado en una pensión, le dices que puedes vendérselo, acepta tu oferta y se ponen de acuerdo para hacer un nuevo trato, pasan algunos minutos y sellan el trato del cuarto, le das un adelanto y la renta del primer mes, se despiden, recuerdan la fecha para el nuevo trato, se marcharan, te da las llaves del cancel de la casa y las del cuarto, te vas inmediatamente, te vas caminando, incrédulo, no crees que todo eso allá pasado en una misma semana, ahora te ves, con trabajo y casa, además de una nueva oportunidad de crecimiento, venderás tu automóvil, ese, que nunca te gusto usar pues siempre preferiste usar el transporte público. Llegas a la casa, entras a tu cuarto, dejas las cosas, sacas tu maquina, los libros, unos cuantos trastes que siempre llevaste, un platillo de porcelana, una cuchara, dos platos grandes, dos vasos, un tenedor y una taza negra que te regalaron tus padres una noche de navidad cuando tenias quince años.
Pasan los días, ya es sábado por la noche, ya vendiste el carro, leíste el libro de economía, te has suscrito a un diario de divulgación local diferente al que te dio empleo, vives pleno en tu nuevo cuarto, te vas a dormir, es domingo, recuerdas que tienes que escribir la columna porque tiene que estar lista, y además tienes que llevarla al periódico, pero decides que primero desayunaras, recuerdas que viste un ratón en el departamento, sacas un frasco con polvo que mata ratones, le pones un poco a un pan viejo y lo pones sobre un pedazo de cartón en el piso, dejas el botecillo en la repisa de madera, sales a buscar algo para desayunar, te pasas toda la mañana y la tarde en la calle, viendo a la gente en su día libre por las calles del centro de Guadalajara, ya van a ser las siete, no has comido, te compras algo de comida, ves al tipo que te despacha, no te parece de fiar, parece que el gerente tiene varias quejas de él por robar a la hora de cambiar, te da pena contar el cambio enfrente de él, te lo hechas a la bolsa, te vas a tu cuarto, pones el plato de comida sobre la barra que está bajo la repisa, sacas el dinero para contarlo, se te caen unas monedas, te levantas súbitamente, te golpeas en la repisa de madera, se cae el polvo para ratas, le cae un poco a tu comida, tú no te das cuenta, el bote a caído más lejos, parece que no le ha caído, o al menos eso piensas tu, te llevas el plato al escritorio, comes, terminas, tiras el plato a la basura, te haces un café, mientras esperas a que se caliente el agua, vas al baño, miras por la ventanilla, ya es de noche, no has escrito la columna, suena la cafetera, apagas la estufa, te sirves en la taza, la pones sobre el platillo, recuerdas que has dejado una libreta de apuntes en tu mochila la tomas, tomas el platillo con el café, caminas hacia la oficina, miras por la ventana con la taza de café en la mano, posada sobre el platillo de porcelana, la pones sobre el escritorio, le sacas la cuchara a la taza, la sacudes sobre el liquido y después la pones por una lado de la taza y sobre el pequeño plato, pones la libreta a un lado de la máquina de escribir, decides que no puedes escribir, te vas a la azotea, miras hacia las estrellas, te quedas dormido, pero de repente, miras tu cuerpo, miras las estrellas, no, ya no, tienes los ojos cerrados, ahora ya vas hacia las estrellas, pero como lo dijiste, ya muchas veces, qué más da. |
Què màs da...
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