Cuento: |
Ella era un maniquí, había nacido para pasarse la vida posando. Posaba con su personalidad, hacía muchos tipos de poses distintas con ella, tenía el don de adaptarla a la de la persona que tenía delante. No todo el mundo tiene esta capacidad, es muy poco común. Ella era un genio en esto, lo había ido perfeccionando durante años con mucha dedicación y práctica y lo había tomado como un modo de vida.
Es un trabajo que conlleva esfuerzo, preparación y concentración. Siempre observaba a la persona antes de camuflarse tras la personalidad de ésta; la forma de vestir, los gestos, la manera de hablar, las cosas sobre las que hablaba… para poder adivinar lo que cada persona quería escuchar, para no decepcionar a nadie y que todos se sintieran cómodos con ella.
Los días que tenía que mantener varias conversaciones con personas de actitud muy variada, le resultaban agotadores. Cambiar tantas veces de personalidad en el mismo día era muy cansado. Debía estar muy centrada para no confundir las frases de la conversación que estaba manteniendo, con las de la conversación anterior. Una de las partes más duras de los maniquís de personalidad es cambiar de una personalidad a otra en un corto espacio de tiempo, y a veces, corres el riesgo de no deshacerte del todo de la personalidad anterior, esto conlleva la desagradable posibilidad de acabar soltando alguna palabra o frase en la conversación equivocada. Cada día practicaba el cambio de personalidad rápido, no se permitía cometer ningún error nunca. Aunque nunca solía cometerlos, siempre tenía muy presente una vez que conversando con un cristiano ortodoxo, sin darse cuenta, alabó al Papa de Roma.
Para practicar a diario, solía ir escuchando por la calle las conversaciones de los demás y pensando como actuaría si formara parte de esa conversación, lo hacía cuando iba en el transporte público, cuando se sentaba a tomar su café de la tarde en su cafetería preferida, viendo la tele… todo el tiempo. Sí, ya sabía que no era algo demasiado honesto escuchar las conversaciones privadas de los demás, pero era gracias a estas prácticas rutinarias que había conseguido ser un genio de la pose de personalidad, cuando cada persona estaba analizada, su personalidad comenzaba a cambiar, era un proceso rápido, se adaptaba a cualquiera con mucha rapidez
Pero este es un trabajo con bastantes dificultades, lo peor de todo eran las conversaciones múltiples, cuando se veía de repente incluida en una grupo de hablantes. Al principio, cuando todo empezó, siempre intentaba evitar estas situaciones, era fácil cuando los componentes del grupo tenían personalidades con rasgos muy comunes, pero por ejemplo, en su trabajo, que tenía compañeros de variados carácteres se sentía insegura al verse integrada en una conversación con todos al mismo tiempo. Puedes decir una frase en la que uno de ellos esté de acuerdo y otro no y eso ya supone un problema dificil de solucionar. Pero con el tiempo, le empezaron a resultar fascinantes y le parecían un reto a su genialidad, así que no dudaba en meterse en una de estas conversaciones cada vez que tenía esa posibilidad. Se dio cuenta de cual era la mejor táctica para quedar bien con todos los componentes de la charla, lo mejor es tener facilidad de palabra, intentar expresarte de forma enrevesada para que no se entienda bien tu postura ante los comentarios del resto de hablantes. Cuando la gente no entiende bien algo, suele expresar conformidad antes que admitir que no lo ha entendido. Si no se es capaz de hacer esto, lo mejor es evitar este tipo de conversaciones en grupo.
Pero había algo que mortificaba a la chica maniquí; no estaba segura de cual era su verdadera personalidad, había pasado tanto tiempo adaptándose a la de los demás, que había perdido la suya.
Cuando se quedaba sola, consigo misma, no sabía como hablarse, no recordaba que cosas le gustaban ni que decirse para sentirse cómoda, para no decepcionarse. Lo olvidó todo y ni siquiera sabía como expresarse por sí misma, las cosas que debía decirse. Rebuscaba a su alrededor, por toda su casa, intentando descrifrar los objetos que había en ella y que también había olvidado, quizás ellos le podrían revelar algo sobre como era. Pero todas aquellas cosas no hablaban, no se expresaban y ella no sabía como sacar información de aquellos objetos inertes, ellos no le mostraban nada.
Se sentaba en su sillón e intentaba recordar las cosas que le gustaban, las cosas con las que disfrutaba, sus creencias, sus principios, sus canciones preferidas… lo había olvidado todo. Era capaz de complacer a todo el mundo menos a ella misma.
Por las noches, cuando su cuerpo y su mente descansaban en la cama, cuando no tenía al lado nadie por quien posar, su cabeza se quedaba en blanco, no sabía que pensar, no tenía pensamientos propios, su mente había deshecho todo lo propio que había dentro para dejar entrar los pensamientos de los demás. Sólo podía esperar dormirse lo más rápido posible.
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Ojalá la gente aprendiera a aceptar a los demás tal y como son, así las personas sensibles no tendrían que hacer cosas similares a lo que hace la Chica Maniquí para sentirse integradas.
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