Cuento: |
Es difícil explicarle a Felipe, apenas tiene 9 años, eso pensaba Laura su hermana, ella iba a cumplir 14 años el mes siguiente, ella cuidaba que Felipe no raye las paredes con sus colores y tampoco que se pase todo el día dibujando lo mismo sobre un cuaderno viejo, y mucho menos y esto era lo más importante, no dejar salir a la calle a su hermano. Es un trabajo agotador y estresante, porque Felipe le tiene miedo a su hermana no le gusta hablar con ella, no quiere encontrarse con ella en la casa, y se esconde cada vez que ella está cerca de él, por ese motivo Laura se pasa todo el día buscándolo, pero siempre pendiente de la puerta que conduce a la calle, no sea que se descuide y Felipe abra la puerta.
Todos los días pasa lo mismo, Laura prepara el desayuno y lo deja en cualquier parte de la casa, porque ella no sabe dónde está él, y cuando lo llama nunca le contesta, a la hora del almuerzo Laura pasa recogiendo el plato vacio del desayuno y coloca el almuerzo en otro lugar de la casa y lo mismo sucede con la cena. Felipe por su parten pasa todo el día pensando cómo salir de aquella casa grande y oscura, escribe en las paredes palabras de ayuda, en hojas de cuaderno escribe que lo ayuden por favor, cuando tiene oportunidad de estar cerca a una ventana coloca la hoja en el vidrio con la esperanza de que alguien por curiosidad o por error mire su hoja pidiendo que lo ayuden, ha pasado mucho tiempo y Felipe no ha escuchado la voz de una persona, ni siquiera el ruido de los automóviles, absolutamente nada, de modo que la posibilidad de que una persona lo ayudara era mínima, hace pocos días Laura se había cansado de subir y bajar las escalas, de abrir puertas, incluso de llamarlo, y decidió arrastrar una silla y colocarla justo a un lado de la puerta que conduce a la calle, Laura no sospechaba que Felipe la estaba observando ni mucho menos que Felipe ya sabía cómo salir de la casa.
Fue un lunes en la mañana cuando Felipe hizo a propósito un ruido en una de las habitación del segundo piso, Laura escuchó aquel ruido y sabía exactamente de donde provenía pero se negó a subir, unos minutos más tarde volvió a escuchar aquel ruido esta vez con más fuerza, Laura decidió subir lentamente pero no por curiosidad, sino porque pensaba que Felipe estaba intentado escapar, Laura llego al segundo piso y miró que frente a ella, al final del pasillo estaba Felipe justo a un lado de la puerta de su habitación, Felipe no tenia salida simplemente se quedó paralizado del terror, sus piernas temblaban de miedo, sus manos estaban mojadas de sudor, su rostro tenía una expresión de terror, espero que Laura se acercara un par de metros, observó sus ojos negros, y de repente una especie de sonrisa se figuro en su rostro, Felipe aterrorizado corrió a la habitación y cerró la puerta, sacó de su bolsillo un fósforo y le prendió fuego a la cama y a todo objeto que encontró a su paso, la habitación se lleno completamente de humo, Felipe improvisó una especie de tapabocas y espero a que su hermana lograra abrir la puerta, cuando ella entró asustada y gritando, Felipe salió corriendo entre el espeso humo y con su brazo empujo a su hermana contra la pared, siguió su camino sin volver la vista atrás bajo las escalas tan rápido como pudo, ningún pensamiento se atravesó en ese instante, ni si quiera la idea de que su hermana corría, resbalaba en las escalas y gritaba dirigiéndose al mismo lugar donde él iba, solo su instinto lo llevó a la puerta de la calle, abrió la puerta con gran facilidad girando la perilla y quitando el cerrojo, una luz blanca y fuerte entró a la casa cegando sus ojos, Felipe siguió su camino sin corren y en un par de pasos callo desmayado en el suelo. Al despertar estaba acostado en un jardín de una casa blanca, Felipe desconcertado escuchó una voz que lo llamaba por su nombre, no era su hermana él lo sabía, en un momento de curiosidad y de esperanza de hallar a otra persona decidió seguir aquella voz, entró a la casa con mucha cautela dejando la puerta abierta y siempre volviendo la vista atrás, Llegó a la cocina y ahí estaba la persona que lo llamaba, era una mujer alta y joven, era su madre, Felipe con algunas lagrimas en su rostro y sin pronunciar una palabra la abrazó, ella le correspondió con un abrazo y le preguntó, ¿soñaste otra vez lo mismo?, Felipe respondió – si, el sueño de todos los días.
|
No hay comentarios.:
Publicar un comentario