Cuento: |
El tribunal apreció cierta rigidez en su mirada. Ella sabía que controlaba ese su mágico instante con su declaración.
Fijó la vista al fondo de la sala abarrotada de público. Sus ojos, azul claro, transmitían un frío misterio. Sus manos rígidas, algo abiertas y nada temblorosas, parecían hablar. No la había conquistado el miedo y estaba segura de sí misma. Su voz suavemente modulada ya traspasaba. De sus labios salían dulces versos que describían los sangrientos hechos ocurridos aquella noche. Todo empezó una noche cálida de primavera. Como todas las noches era la encargada de apagar las luces y revisar que todo estuviera en orden antes de acostarse. La mansión era grande y esa tarea le llevaba unos pocos minutos. Era su trabajo, la contrataron para revisar y controlar administrativamente la situación económica del barón y su esposa, pero su labor englobaba más obligaciones. Su contrato era indefinido de momento y vivía en un pequeño cuarto que había en la primera planta del inmenso sótano. Sin hijos, era un matrimonio algo excéntrico, el tenía sus vicios y ella buscaba sus distracciones. Los 40 dan para mucho. Una noche más entró en el despacho de él y se dirigió directamente al escritorio por si el ordenador hubiera quedado abierto en un despiste de su dueño. Efectivamente había una carpeta compuesta por unos versos que transmitían realmente tristeza, odio. En la parte inferior de la mesa sin esperarlo, pisó un cuchillo de cocina, habitualmente conocido por ella dado su uso en cocina, pero, con restos de sangre. Lo cogió y con él en la mano, atravesó en gran hall para dirigirse a la
cocina pero en ese preciso instante la policía llamaba a la puerta por una supuesta denuncia de maltratos de la baronesa. Ella abrió sin demora la puerta, con el cuchillo en la mano. Evidente, para la policía contaban las evidencias. La policía le cogió el supuesto arma del crimen y revisó las habitaciones con minuciosidad. El asesinato estaba servido. Los cadáveres estaban en la cocina extrañamente abrazados. ¿Sería ella la responsable del brutal crimen o sería en realidad un doble suicidio?. Lo cierto es que el miedo no la había conquistado. Ella tenía las claves de cómo era el matrimonio, los conocía muy bien y era la única que sabía lo que había pasado. ELLA ERA EL MISTERIO. |
La tercera en discordia..., la que se mete en el medio de los amantes, termina como se debe=MUERTA.
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