Cuento:
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Corrían los años por donde las ciudades parecían cortas, las calles eran familias, las noches y las estrellas parecían que saludaban como si te conocieran, y si... te conocían. Años viviendo allí, mirándolas desde la misma posición,desde aquella misma habitación en la que nos alojábamos con ella. Ella, la mujer que en algún momento de mi vida supe que iba encontrar. Habíamos pasado cosas difíciles juntas, pero hoy la tranquilidad abruma esas dificultades y la calma templa los días. Disfrutábamos de esas amigas que se lucen en los cielos, acompañadas de Artaud, imposible que en estas noches de primavera Spinetta no este presente. También, un buen libro de Cortazar, que sabíamos disfrutar, una cerveza bien fría y un cigarro en mano tal vez.
Ella y su vida estaba acá, en ese mismo momento, conmigo, no le gustaba estar sola, en ese mismo lugar, acá conmigo, sentada a la luz de la lampara que parecía que se iba a quemar,y ella sentada en el sillón, roto por partes, donde la espuma del polietileno le daba un toque de vagueza a la casa, observandome cantar y tocando en la guitarra algunos de esos temas que solía pedirme en las noches de jueves que compartíamos donde el cansancio era menor y las ganas de charlar y disfrutarnos sobrepasaban esa decaída semanal. Siempre viví pensando que si mi vida era un caos, mi casa también lo era, si no, no iría conmigo. Por suerte, ella siempre pensó igual. Asi que lo dejábamos fluir, si se rompía lo mirábamos con amor, el amor que fluía de nuestros ojos hace tanto tiempo...Vale contar que ella no tenía familia, sus padres murieron en un accidente,y yo la tengo a ella...
Retomando, mi vida definitivamente ya no estaba ahí. Siempre aspiré a más, quizás era mucho ya... quizás. Siempre aspiré a la música, me veía en lo mas alto, pero todo lo deje, por ella, si todo... No se si estuve mal, no se si estuve bien, simplemente lo deje. Tampoco me arrepiento, amaba verla sonreír, eso me llena el alma en mis peores momentos, ella sabía que si estaba mal solo bastaba con eso, ni una palabra más ni una menos solo bastaba con sonreir para que mi humor cambie.Pero los días ya no eran los mismos, ella no podía vivir sonriendo,y yo no podía seguir sintiendo ese vació existencial en que me faltaba algo por vivir. Los años, los años de vagancia, de alcohol, de noches, se sumaban y decidí alejarme de esa vida por un tiempo.
Quise llevármela conmigo, pero se negó, aun nose porqué, que fué lo que pensó, o que verdaderamente pasó, aunque tengo mis teorías. Pero le había jurado que iba a mandarle todos los días cartas contándole lo que había hecho en el día, como cuando antes de dormir nos contabamos esas cosas, y si, se lo juré, aunque sea en el mas rotoso papel, yo le mandaría una carta, y siempre fui buena cumplidora asique cumplí. Nunca respondía, pero nunca aspiró a escribir, ni un mensaje de buen día avisándome que había salido a correr. Yo sola por los años de convivencia lo solía adivinar. El tiempo pasaba lento, y mis ansias de volverla a ver me habían hecho dar cuenta que no podía estar sin ella, decidí volver, solo que, eso sí, no se lo conté, llamemosle "sorpresa" si te gusta así, también podes llamarlo "Ganas de verla", como más te guste asique viajé. En el tren, escribí una carta, explicándole con lujos de detalle todo lo que quería hacer desde el primer minuto que la viera y todo lo que me hizo pensar cada momento de que estuve lejos, en esa carta también le había puesto un anillo, que obviamente yo también ya tenía el mismo. A ella le gustaban mucho esas cosas de unirnos por algo material, y bueno, sabía que la iba hacer feliz. Parecía un chico saliendo de una fiesta infantil, no podía estar sentada en un mismo lugar por más de quince minutos, veinte quizás, si el capitulo del libro que leía me interesaba. Llegué a la estación, bajé, camine lo mas normal posible para llegar rápido a la parada del colectivo que a los treinta minutos me dejaría en la esquina de casa. Miraba a la gente con ganas de ver a alguien conocido para contarles rapidamente algunas de mis experiencias en el viaje, para matar el tiempo seguramente... En fin, vino en colectivo, subí pagué el boleto, y hasta ese colectivero que siempre me molesto su trato para con las personas parecía sonreírme. Llegó el momento de bajar y verla. Al llegar al porche, una vecina parecía mirarme a lo lejos desde su ventana, pero continué con mis ansias de entrar. Entré a el living de la casa, pero una negación vino a mi, al breve tiempo, esa vecina toco timbre, va, creo que ni toco, sinceramente no lo recuerdo, entro como si fuera su casa, eso si me resulto extraño. Fué a nuestra cocina en cuestión de segundos, me sirvió un baso de agua, y me pidió que me siente, a todo esto, creo que la intriga de saber que pasaba, me había hecho olvidar de lo que buscaba a ella, me quise levantar para ir primero a saludarla por lo menos, y me dijo: -¡Ya no esta!. Lo recuerdo así y así fue esas fueron sus palabras. Comenzó a narrar la historia que parecía eso, una historia, hasta hoy no puedo creer lo que había ocurrido con ella. Nuestro amor existe, y va existir siempre, pero ya no puedo vivir con la culpa, ya no puedo, ella no pudo vivir ni un día con el dolor de que yo me había esfumado de su lado. Dejo plasmado nuestra historia con el fin de que quizas a alguien te interese leerla, pero no lo se, no se si lo veré. Recuerdo también que fui a la pieza, y estaba todas esas cartas que yo le había escrito en mi viaje. No se que fue de mi vecina en esos momentos, solo se que me senté y ni me detuve a abrirlas, sabia que decía cada una de ellas. Saque la carta que había escrito en el tren, la dejé al lado del montón. Fui al baño, y del botiquín agarré algo que siempre supe que iba usar.
Yo sabía que no le gustaba pasar tiempo sola, y no la iba volver a dejar...
Yo sabia que no le gustaba estar sin mi, y solo me fui, a acompañarla pero esta vez para no volverla a dejar.
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