Cuento: | Pensaba portarme lo más natural posible, aunque era inevitable, desde ayer que leí un fragmento de las funciones del cerebro ante las facilidades tecnológicas, para no modificar la información de ADN contenida en mis células. Porque si seguía a un ritmo así, me volvería una nefasta para realizar una adición o sustracción en el año 4000. Ahora bien, un primer intento sería que, los rayos picosos del sol matutino, indicaran hora de levantarme para ir al trabajo, y no una alarma. Pensando ¿por qué no se ha inventado un artefacto que marque o programe los momentos para tener un orgasmo?, resultaría aburrida la espera.
Sin duda alguna. Ves cómo es inevitable. Lo primero que hice esta mañana antes de ir al trabajo, fue ir al baño y vomitar un líquido rosa por todo el piso. Comida disfrazada de aromas y colores, y en pocos minutos ¡la odias! Salí de ahí, como programada, ejecutándome sin rumbo. Enseguida me dirigí al cibercafé para la impresión de encuestas de satisfacción del cliente.
-¿Maquina?-dijo el jovencito con una expresión idiotizada.
-No, impresión. Es un documento de PDF, se llama encuesta-. Las palabras se me ahogaban en la garganta, y, al final paracían enredar la punta de mi lengua.
En cuanto salí, me detuve un tantito en la esquina de la calle de aquel lugar para acomodar mis papeles, pero una bestia con los ojos pegados a su teléfono y los auriculares en las orejas, chocó conmigo, arrugando mis hojas:
-Mira lo que hiciste...
-Perdón… lo siento mucho- en un instante despareció.
En verdad repudio, y lo seguiré haciendo, como es que somos moldeados de todo lo que pensamos e inmediatamente fabricamos para crear estorbos. El mundo va demasiado deprisa.
Los panoramas urbanos se ven muy cool, con sus súper conectadas calles llenas de moda electrónica: prendas confeccionadas específicamente para la tarea de absorber la energía solar y transformarla en electricidad. La creatividad tecnológica es estupenda. Esto no para. La necesidad, si es correcto decirlo así, inquieta mucho, somos estupendos, nos volvemos súper imaginativos.
Hoy Ben- mi compañero de trabajo- estaba apoyado sobre mi escritorio saboreando un café de moca.
-Oye Betty ya es mediodía, después de comer, ¿tienes algún pendiente?
-No, por hoy no- estaba fija al ordenador- ¿tu?
-Sí, con la computadora de la copiadora.
No creo que sea señal de estupidez, pero a veces contemplo la avaricia de la vejez, desterrarle a alguien millonario su dinero y arrogarlo al mar. Piensan en una cancerígena riqueza material, y los demás en una riqueza espiritual. Fantaseo babosadas. Lo sé. Mi introspección es deficiente. Te lo juro.
Justo cuando Ben y yo íbamos al comedor, mi teléfono marcaba un mensaje de texto recibido: betty lista la invisibilidad.
-No chinges…-.Guardé mi teléfono.
-¿Trabajo?- dijo ben, deteniéndose.
-No.
Terminada la jornada Salí sin Ben, por su laboriosa tarea con un computador. Chico de cables y luces, así lo llamamos por sus actividades en la compañía. Pasaba por una banqueta, entonces, a escasos metros, se encontraba el doctor Yuko Yamakuta. El manto de la invisibilidad. Por supuesto, él desarrolló un metamaterial capaz de volver invisible cualquier objeto. El doctor Yuko fue invitado por la Agencia de Investigación y Proyectos Avanzados de Defensa (DARPA por sus siglas en inglés) para desarrollar un metamaterial, que fuera capaz de convertir cualquier objeto en invisible. Su proyecto jamás prosperó y fue rechazado; repentinamente, por un corto tiempo, se melancolizó. Él continuó con su proyecto en casa por su propia cuenta y, al parecer, sí lo logró.
-¿Lo lograste, pudiste crearlo?
-Lo tengo. Sube al auto- dijo de golpe el doctor Yuko.
En cuanto bajé caminé detrás de él, con mansedumbre, entonces con voz amable, me invitó a que pasara a su casa. Caminamos hasta una puerta muy angosta que estaba a la izquierda de un pasillo, de ahí, bajamos por unas escaleras que conducían a una bodega subterránea. Muchas instalaciones eléctricas, objetos de vidrio, estanterías metálicas. Estaba lo bastante sorprendida, por qué mucha basura. El doctor Yamakuta es una físico; resultaba obvio.
Sacó un cilindro, de aproximadamente 20 cm de largo de un cofre oxidado hasta la base que estaba arrinconado. Este encerraba un rollo de seda, la cual extendió sobre la mesa y, al retirar toda la seda al material que protegía, apareció un área de la mesa transparente: la manta invisible. Impresionante creatividad científica. Imbécil amante de la física.
-¿Presentará la manta a la DARPA?
-De ninguna manera. Betty, quiero estar seguro que lo ve no viste, quede entre nosotros, dame tu palabra-dijo el doctor Yuko. Me sostuvo la mirada y luego apartó la vista. - como cuando uno es invadido por la desconfianza y termina convenciéndose de que si confía en ti.
-Por supuesto doctor tenga la seguridad que así será - contesté con tono grave y una risita infinitesimal.
La tela que creó el doctor Yuko valió mucho esfuerzo, el material no debió de ser delicado para que no se rompiera en trozo, no debía de cubrir la vista; de nada sería útil crear la invisibilidad si cubriría el exterior. Manipuló la fibra de vidrio a tal grado de que fuera posible la refracción negativa.
Los últimos rayos del sol vespertino, terminaron de colarse en las ventanillas de mi recámara. Naturalmente, el cielo se fue tornando entre una mezcla de amarillo y negro, haciendo su aparición las primeras estrellas. Alrededor de las 8:10 pm, momento en que me encontraba capturando las entradas de la compañía, estallaron los sonidos de las sirenas, probablemente del cuerpo policiaco. Estas se fueron multiplicando hasta ensordecer.
Me asomé por la ventanilla, cuidadosamente, para averiguar qué estaba sucediendo allá afuera. Carros, autobuses, bicicletas, todo, absolutamente todo transporte estaba varado. Voces de grupos religiosos, desde cada monumento, desde cuadra a cuadra, recitaban himnos religiosos; algunos portaban pancartas con versículos del Apocalipsis. También hizo su aparición la comunidad LGBT, algunos sufriendo la desastrosa desaparición de sus parejas.
-¿Qué demonio sucede?- me pregunté, inmediatamente me sacudió una sensación de frío desde la planta de los pies hasta la coronilla de la cabeza. "El doctor Yuko utilizó su inventó para cometer algún delito grave, segurísima". Ya me siento cómplice de este hombre invisible. Será mejor huir antes de que alguna pista apunte hacia mí.
En los pasillos del edificio, me sorprendió un hombre tomándome por mis hombros diciéndome:
-¿Por qué Dios se llevó a muchos y nos dejó aquí?-.El tipo muy tembloroso, cayó a mis pies y empezó a revolcarse llorando amargamente. Había muchas personas que hacían lo mismo, llorando y hablando solos, lanzaban gritos de miedos, y gritaban a las paredes los sucios y abominables pecados, que habían cometido entre ellos mismos. Fingían estar camino al purgatorio. Momentos de mayor aflicción. Los 2 vecinos afeminados de enfrente uno con el corpiño medio abrochado y el otro con sus labios cuarteados pintados de rojos, gargantillas de perlas y el maquillaje de sus mejillas y párpados escurriéndose , lloraban y besaban con un crucifijo clamando misericordia en nombre de todos los santos. Eran almas mordidas por la desesperación y el pánico.
Hacia afuera era como el rodaje de una película de acción o terror. Observé de lejos. Parecía que el tiempo de gracia se nos había agotado por completo a la humanidad, pensaba que ya no había remedio, sólo quedaba el castigo eterno de llanto y rechinar de dientes. Mientras el miedo trituraba la carne de las personas .El miedo y la confusión que giraban en mi cabeza, se hacían más y más, muchísimo más denso, al grado que me pusieron ronca y aceleraban mi ritmo cardíaco hasta calentarme la sangre. El miedo era todo.
Había un grupito de infantes en el pavimento, me acerqué a uno de ellos.
-¿Qué sucede niña, por favor que está sucediendo?
-Unos…grises-.la chica tenía un aspecto congelado de ultratumba y miraba al cielo.
-¿Ángeles?
- Ojos grandes como búhos... aquí…aquí…
-¿Demonios?
- Espectros…
-Mierda…- intentaba defenderme del horror que serpenteaba a mi cuerpo de sudor.
Ya muy avanzada la oscuridad, soldados encapuchados irrumpieron en las plazas comerciales, departamentos, locales. No había luna para acompañar las desgracias.
Detrás de una caseta de teléfono público acribillada a balazos, una voz débil pronunciaba mi nombre cada vez más cerca de mí. Se trataba del doctor Yuko. Al verlo sentí envidia que él también estuviera vivo. "Betty, no sé qué pensarás de lo que sucede, pero vámonos de aquí… lo más rápido ", dijo Yuko, con los ojos hincados y el cabello alborotado. Yuko se transportaba en su suburban, pero la duda entró si aceptar ir o no, porque dejaría mis cosas en el departamento y regresar sería demasiado difícil. Mejor ir. Tratamos de localizar a Ben por teléfono, pero jamás respondió nuestras llamadas. Lo más cierto, es que también haya desaparecido.
11: 00 pm. En un barrio, muy alejado del desequilibrio, nos estacionamos entre árboles de ficus para evitar algún daño o levantamiento, el doctor y yo nos escabullimos precipitadamente entre un fila de arbustos hasta salir cerca de una pasillo comercial, nos detuvimos 40 segundos, para asegurarnos de que todo estuviera vacío, corrimos como en puntitas. Era necesario no alterar el silencio aquí. Ingresamos a un local donde hallamos computadoras, recientemente abandonadas, ambos ocupamos una computadora para averiguar en la internet.
En Google noticias un lista de encabezados: ¿Ovnis atacan el planeta?-hace 32 minutos-, desapariciones masivas-hace 30 minutos-…ignoraba que se tratase de estas cosas. Al final, un encabezado me pareció más formal: E.U. culpable de desapariciones-hace 20 minutos-. Click.
Un enlace del portal noticiario a You Tube. El video comienza con un hombre en un bosque, más o menos vestido como un soldado : "En 1954 el gobierno de los Estados Unidos hizo un tratado con seres intergalácticos en donde la humanidad estaba involucrada. Según las declaraciones de personas, que alguna vez trabajaron en el ejército militar o gobierno de este país, el tratado se basaba en que los norteamericanos, se comprometían a que los extraterrestres podían implantar determinados aparatos o chips a humanos y hacer experimentos con mamíferos - el doctor Yuko se acercó a mi computadora, lo suficiente para prestar atención-. El tratado obligaba a E.U. a entregar un listado de los humanos afectados con estos experimentos, así como los extraterrestres se comprometían a entregar a los americanos cierta tecnología; sin embargo, en 1979 hubo incumplimiento y desacuerdo por parte de los intergalácticos, lo cual provocó un incidente, éstos y los militares norteamericanos resultaron muertos dentro de las instalaciones de la base de Dulce en Nuevo México – el video parecía aclarar más el asunto-.
Estamos demasiados vulnerables, sin armas. Con violencia y sin lástima golpeamos a palazos la puerta de cristal de una tienda de abarrotes. Nos llevamos lo que las grandes bolsas de poliéster podían contener. Cajas de cereales, barras de chocolate y también de amaranto, leche, bebidas energéticas, verduras enlatadas, encendedores y cigarros; Alcohol etílico, vendas, gasas, hisopos y guantes desechables.
-¡Aaaaahhhhhhhhh!...
-Maldito demonio….- dije ante aquel espantoso grito.
-Sssshhhh, vamos- dijo el doctor Yuko por primera vez claramente temeroso.
El grito parecía de un poseído. Posiblemente otro arrebato. Pegados de espalda a espalda, como agentes de seguridad, dimos un vistazo, de derecha a izquierda. De vuelta en la camioneta lanzamos las 4 bolsas de provisiones. No son suficientes para estas circunstancias. Totalmente seguros. En 40 minutos la temperatura descendió de 26° a 19°.
68 % desaparecidos en África; 80 % en América; 70 % en Asia; 45 % en Europa y 68% en Oceanía.
El GPS indicaba la existencia de desierto. La gente que aún existía en la tierra, huía a toda marcha en sus automóviles, por las carreteras que llevaban a edificios abandonados o bosques. Los autos parecían protegerse con cruces hechos de papel cartulina. Todos somos salvajes, corren a donde quieren.
A ambos lado de la carretera, las montañas, áridas e impotentes, se intercalaban con profundas gargantas que culminaban en picos dentados. Al este, se observaba un resplandor de fluorescentes blancos. ¿En una zona desértica?
-Wow… increíble. Me acercaré un poco más- dijo el doctor Yuko.
-No, de ninguna manera. No es confiable- repliqué.
El doctor Yuko salió del pavimento y, cauteloso, eligió la ruta más apropiada para llegar a aquel lugar. Entonces, fue cuando de repente, se apagaron las luces del vehículo, en un principio pensamos que se habían quemado los fusibles del sistema eléctrico, pero también estaban apagadas las luces del tablero, que funcionaban con un sistema independiente a las luces exteriores. Bajé de la camioneta para revisar los fusibles, pero me di cuenta de que estaban en perfecto estado. El doctor Yuko insistía en jalar la camioneta hasta aquella zona para pedir ayuda. Opté por ayudarle, ya que de alguna manera la supervivencia era el objetivo. El frio parecía pellizcarnos la piel cada vez que transcurría el tiempo. En ese momento levanté la mirada al cielo y habían puntitos centelleantes formando triángulos, los contemplé como por 4 segundos, hasta que se borraron por completo.
Entramos en un estado confuso: ¿realmente sería conveniente ir allá? Nunca puedes decir si es bueno o malo hasta que lo pruebas. A cada momento las personas seguían desapareciendo a vista de cualquiera, y no se tenía explicación alguna. Y el caso en todo el planeta se extendía. Estacionamos la camioneta por las faldas del cerro. Cualquier acción o maniobra podría resultarnos fatal. Las vueltas fueron muy estresantes y nuestros intestinos empezaron a vibrar. Mis dientes estaban cubiertos de saliva espesa y agria; los limpié con la punta de mi lengua. De las provisiones que llevábamos tomamos manzanas, panecillos y barras de chocolate amargo. Mucho chocolate.
Las bebidas energéticas le dieron un tirón fuerte a mis riñones, que me dieron unas enormes ganas de orinar. Me alejé un tanto y, doblando mis rodillas, detrás de mis espaldas, allá arriba en la cima del cerro, tres hombrecillos reptilianos grisáceos de edad indefinida, se comunicaban entre sí, quizás por telepatía o signos. Estaba presa del miedo.
El doctor Yuko con gesto dramático, en un intento fallido por dominar sus nervios, se arrojó cerca de mí con una maleta roja de cuero. Adrenalina, si es bueno para circunstancias de peligro, pues no favorecía. Tantas eran las pendejadas ficticias, que mis intestinos querían escupir como hoy, líquido rosa, pero tuve que aguantármelas, así que asquerosamente lo tragué.
12: 50 am. Nos vaciamos de los objetos que portábamos. Absolutamente desnudos. Estas agitadas vueltas, también hacían que nuestros poros transpiraran un olor como a orín de conejo. Enseguida vestimos un traje -hecho del metamaterial invisible- confeccionado por el propio Yuko, que muy levemente producía un picor a la piel. Alta costura peculiar.
Aun siendo invisible, nos escabullimos entre las rocas. "Hay que ser lo más cuidadoso". Se resentía un olor entre margarina y mierda de rata. A 50 metros de distancia, unas aeronaves aterrizaban y despegaban a una velocidad impresionante, como si fuera a la velocidad de la luz. Tenían forma como de sombrero, cuando cuatro de ellas abrieron sus puertas corredizas, se iluminaba toda la parte inferior de los artefactos. La arquitectura era, totalmente, desconocida para nosotros.
El resplandor fluorescente que afloraba detrás de las montañas, y que parecía ser como de feria, eran enormes domos blancos, semejantes a las fábricas de la Unión Soviética. Entramos a uno de ellos, en el interior había muchísimas personas anestesiadas y recostadas en camillas, bajo la iluminación azul de bombillas puntiagudas .En el centro había una sala como una especie de quirófano. En ella los "doctores" grises les arrancaban la piel a los pacientes, y hasta el cuero cabelludo, con ayuda de instrumentos laser. El tiradero de sangre parecía como de carnicería .Posteriormente eran remplazadas por una piel electrónica con microscópicas celdas solares; ¡capaces de sentir el peso de una liviana mariposa! Encima de estas salas, una red de mangueras descendían hasta las camas de operación, el extremo conectaba con una aguja, la cual cada grupo quirúrgico la conectaba al torrente sanguíneo de cada paciente, como por 5 minutos.
El fin que perseguían los grises era que los cyborgs cosecharan un pequeño porcentaje de la energía solar que cae a la superficie terrestre. De esta manera generaríamos energía eléctrica, así no acabaríamos con los recursos del planeta. ¿Programación neurolingüística alienígena?
En la segunda cámara del domo, la operación era distinta. Varones jóvenes y robustos eran masturbados por androides, que apenas aparentaban la figura humana. El semen eyaculado era transportado por una manguera, que en el interior, el efecto de la fricción era nula para evitar el desperdicio, hasta un gigantesco tanque semejante a uno de esos que son industriales. Luego de esto eran depositados en termos, que se sellaban herméticamente al vacío. Como verduras enlatadas.
"Sería conveniente entregarse a ellos y no que te descubran. Quizás me conviertan en una bella con sus cirugías. Ir en contracorriente puede destapar beneficios".
Abrí el pinche cierre, y, poco a poco, se dibujaba en el aire mi cuerpo rosado.
-…Hija de puta…, ¿pero qué estás haciendo?- dijo el doctor Yuko entre los termos que contenían semen.
A paso lento, me fui acercando a los grises. Confusos de mi aparición, me tomaron por los hombros y me llevaron hasta una de esas naves en forma de sombrero. Y olías el aire de adentro, puro, muy limpio.
La tripulación estaba compuesta por 14 hombrecillos que parecían salir de películas de ciencia ficción. Pero la sorpresa más grande fue cuando uno de los que controlaba la nave se dio vuelta hacia mí y fue como si estuviera mirándome al espejo. Di dos pasos hacia adelante para tocarlo y asegurarme de que no era un reflejo, pero el que parecía ser el jefe me lo impidió, diciéndome que no lo tocara, dijo que era mi negativo y esto haría que los dos estalláramos. Tenía la sensación de que me iban a desfigurar sin anestesiarme y arrancarme las extremidades para luego comérselos, como lo hacen los psicópatas asesinos con sus víctimas.
No sé cómo nací, con quién hice alguna vez el amor, a qué escuela llegué, no sé absolutamente nada cómo me formé. El recuerdo más detallado, y único, fue que sufrí un terrible trastorno obsesivo-compulsivo a los 17 años de edad, un viernes mi madrastra me internó en un hospital psiquiátrico en la Ciudad de México. Estuve en tratamiento por 67 días. Los demás seres también narran lo mismo, pero con otros trastornos: del estado de ánimo, de ansiedad, del sueño...Pero en diferentes hospitales psiquiátricos. Muchos sufrían desorientación del tiempo y espacio.
Ves alrededor y nadie sonríe. Una melancolía omnipresente sofocaba terriblemente nuestra naturaleza. Nos llenaron el cerebro de mariposas. Te lo juro, de puras porquerías. |
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