Recogió la invitación que le fuera arrojada junto a la puerta de su casa. Le llamó la atención las letras y sus detalles caligráficos minuciosos, se destacaba una calavera, en realidad era la calavera de una cabeza de toro encerrada en vertiginosas líneas que semejaba un laberinto. Una nota se desprendió del sobre y decía:
LLAMAR.
Le restó importancia atodo aquello, su vida de estudio y empeñosa dedicación a la Física, hacía que descontara los juegos y los acertijos que no consideraba de interés aplicable a su disciplina de estudio.
Esa noche soñó contrenes, estaciones desoladas, con esos matices cambiantes de los verdes y las formas extrañas en lugares hacinados y tenebrosos que pasaban fugaces antes sus ojos.
Despertaba sudoroso,temblando. Durante la semana fueron recurrentes sus malestares y pesadillas, esa sensación de ahogo y destellos e imágenes comprensibles lo atormentaban. Luego todo volvió a la normalidad.
La sala de festejos era amplia, no disimulaba ese retoque encalado y sobrio que daba esa sensación de resguardo o de abrigo.
La gente con sus copas y bocadillos en sus manos, saludaba con cierta parsimonia a Margarita, su esposa, que se la veía apacible y dulce, apropiada en su estereotipo, que la definia como la fiel esposa de un científico.
Un personaje de cabello gris se acercó John y extendiéndole su mano…
Las pupilas de John se dilataron, recordó algo olvidado, tal vez aquella reminiscencia semejante a una figura brumosa, era el lugar donde concluía el viaje justo en la última estación de aquél tren antes de la vigilia.
Éste hizo una everencia imperceptible y dijo: -¡Fuiste elegido John, no puedes rechazarlo!-.
Las pupilas de John volvieron a la normalidad, miró horadando el salón, pero el anciano se había esfumado. Lo extraño de aquello fue que los invitados ninguno recordaban alhombre de cabello cano.
Despertó afiebrado, la casa a oscuras, herméticamente cerrada asemejaba un bunker; la paredes deconcretos parecía retorcerse, expandirse y contarse mientras comprimía sucabeza.
Margarita cuestionaba a John por ese infinito tiempo que pasaba ausente, durante el transcurrir de la tarde y la agonía del sol en ese pozo rojo, informe que era el horizonte y la profundidad de la noche.
Sentado en su sillón de pana, escuchaba algunos acordes lejanos mientras se dejaba someter por la modorra.
-Es tan real…-Murmuró entre dientes. Se detuvo al final del recinto oscuro. Una puerta metálica chirrió, sostuvo el aliento y se deslizó por el largo corredor parpadeante, que al final se estrechaba hasta hacerse efímero en un punto verdoso casi inexistente.
Se sacudió ante el calor repentino, su mano derecha asio y giró la manecilla de la puerta, en el nuevo ambiente, una luz mortecina y rosácea lo cubría todo.
Un grupo de hombres con largos atuendos rodeaba la mesa, uno de ellos se apartó, y se dirigió a John que no lograba salir de su estado catatónico.
-Bien venido-. Le dijo la silueta, dirigiéndose a John.
-Eres uno de los nuestros-, musitó con levedad apenas audible.
John pensó que le dolía en demasía su mano derecha.
El ambiente, se tornaba brumoso, irrespirable. Los sujetos reunidos se dispersaron y las capuchas no dejaban ver sus rostros.
Otra vez, esa sensaciónde ahogo.
Una espesa niebla invadió todo el recinto metálico, y el último hombre se alejó sin proferir palabras.
Unas líneas circularesse formaron en la palma de su mano y el dolor fue haciéndose insoportable.
Se aproximó a la mesa, la mujer yacía recostada, su sangre fluía por todas las cavidades de su cuerpo. Quiso tocarla, elevó su brazo, su mano sostenía una daga; la penumbra disimulaban las gotas de sangre que se precipitaban sobre la empuñadura y elfilo del acero resplandeció dejando ver el abismo de sus ojos.
-Otra de mis pesadillas-. Balbuceó dubitativo e incómodo.
Margarita recostada sobre su lecho matrimonial se desangraba.
Lejos, se escuchaba una melodía sensual que lo adormecía en el sillón de las pesadillas.
HERNÁN ALEJANDRO LUNA FRINGES Junio de 2014. Frías, Santiago. Del Estero, Argentina.
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