Cuento: |
INSPIRACIÓN
La máquina de escribir lucía tan solitaria como hacía ya bastante tiempo no ocurría; el escritor, un poco fastidiado, la contemplaba tan lúgubre y vacía, que en aquel momento no le pareció más que un trasto de metal inútil y perverso.
Hacía ya bastantes días que la contemplaba sin que la idea surgiera en su mente: aquel hombre acostumbrado a escribir excelentes relatos y magistrales obras sobre el amor, de pronto se encontró ante el dilema de su vida al enfrentar un simple encargo: un regalo traducido en letras para cierta chica desconocida. La comitiva había llegado aquel martes lluvioso mientras admiraba la tarde cayendo sobre su ventana; aún recordaba cómo se había deslizado aquel sobre blanco magníficamente embalado con un listón turquesa y un sello carmesí irreconocible (al menos para el); al abrirlo, únicamente se le pedía crear un hermoso escrito para una chica con motivo de un gran encuentro… nada más, sin detalle alguno sobre el tipo de encuentro, o lo más importante, la chica a la cual iba dedicado el escrito.
Aquel hombre acostumbrado a grandes retos y a las buenas críticas, se encontraba visiblemente consternado: en un par de días únicamente había conseguido introducir en el rodillo de la máquina una hoja de papel, la cual permanecía intacta e inviolable en la misma.
¿Cómo escribir algo, cualquier cosa, a alguien que no se conoce?, ni siquiera en aquella carta se mencionaba pago alguno o fecha de entrega, pero su instinto le inducía a terminar el trabajo cuanto antes. En aquella obscuridad de la pieza, surgió la única idea que aportaba algo positivo a la situación: en alguna de sus andanzas nocturnas y viajes a la ciudad, se encontró bares y tabernas en donde abundaban los más pintorescos y absurdos poetas y escritores que pudo conocer, los cuales le refirieron la leyenda de una musa tan espléndida que hasta a el escritor más ingenuo e insulso le inspiraba las más melosas y exquisitas historias; la musa en cuestión era atraída por la belleza nocturna de la luna durante el mes de agosto sobre ciertos rosales que bordeaban la región.
Dispuesto a romper el silencio sepulcral de la habitación, aquel hombre totalmente ajeno a leyendas y supersticiones, se dispuso a viajar a la citada región. Faltando un par de semanas, tiempo exacto para el inicio de agosto, aquel incrédulo escritor emprendió el viaje al encuentro de su musa. Sin contratiempo alguno, nuestro héroe arribó a una región pintada por la belleza de innumerables campos florales enmarcados por un manantial que magníficamente bañaba con cristales de deseos aquellas esplendorosas tierras.
El viento soplaba suave y tierno sobre su rostro susurrándole ideas sobre el amor y amantes perfectos. Aquella primera impresión le motivaba a escribir el cuento prometido sin necesidad de musa alguna, aunque decidió permanecer en el sitio hasta que el encuentro con la misma se produjera.
Recorrió los campos durante medio día, hasta que al fin decidió esperarla bajo una estatua que dedujo representaba a la musa, ya que la belleza de la misma era incomparable.
Los días transcurrieron sin que la misma se presentase, por lo que el escritor decidió comenzar su relato ante los pies de la estatua ya que la misma le parecía muy hermosa y suficientemente inspiradora.
Cierta noche, un día antes de partir, siendo ya mediados de agosto, el joven escritor despertó exaltado al sentir una presencia; jamás podrá describir con palabras la inmensa belleza que presencio: cuales estrellas esculpiendo la forma de una mujer, ante él se erguía la musa legendaria que había esperado ansiosamente por un mes, jamás olvidará aquellos ojos inmensos que como galaxias descifraban universos de amor y seducción. Sin decir una palabra, la musa le miro un par de segundos, y como luna llena al amanecer, envuelta en una neblina espesa, turquesa como el mar que solo ciertos afortunados viajeros han descubierto a la medianoche, con toda esa magnificencia, aquella musa tan perfecta, poco a poco se desvaneció…
Al día siguiente y sin pensarlo, destruyó su primer escrito y comenzó a trazar con caligrafía suave y hermosa, el relato más bello que su mente le permitió: le doto de amor, de belleza y reflexión, al terminar, envolvió el escrito con sumo cuidado y le guardó debajo de la estatua para que la musa pudiera releerle cada vez que regresara al campo.
De regreso a casa, miró el sobre misterioso cuyas instrucciones le habían llevado a emprender ese fantástico encuentro, sonriente pensó: -¿Cómo escribir algo, cualquier cosa, a alguien que no se conoce?-, suspiró, se dirigió a la máquina de escribir y tecleó un encabezado: INSPIRACIÓN…
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