: En la soledad del día

Nombre*:Eva María
Género*:Microrrelato
Título*:En la soledad del día
Cuento:EN LA SOLEDAD DEL DÍA

Recorría el camino habitual, aunque aquel día ella lo encontraba diferente. Se le presentaba lúgubre, oscuro y la fría temperatura había crispado su piel hacía ya un buen rato.
Sus pasos se oían en un eco general mientras atravesaba la calle central del parque que la separaba del cálido cobijo de su hogar. Nadie se atisbaba en los alrededores y su propio sonido al andar, la incomodaba. Retumbaba como si de cien pasos se tratara y el miedo se adueño de su interior.
No era una persona impresionable, pero la noche ya había caído y estaba muy cerrada.
Le pareció escuchar una respiración cercana justo detrás de ella, pero el pánico no le dejaba darse la vuelta. Sus músculos estaban tensos. Sus pies se pararon en seco y eran incapaces de seguir.
Detenida, así como se encontraba, giró suave y lentamente la cabeza, intentando ver lo que a su espalda se hallaba.
Nada encontró donde pensaba.
Tan solo el camino vacío recorrido por ella con anterioridad,
Prosiguió andando, pero todo su cuerpo se tenso ante el crujir de hojas en el suelo. Su vista retrocedió de nuevo. Vacío. Solo ella en ese espacio oscuro y húmedo.
Ya el nerviosismo era dueño de todo su cuerpo.
Aceleró su paso con la sola esperanza de salir de allí y encontrarse en el refugio de su hogar.
Cada paso se hacía eterno. En lugar de avanzar, la sensación que tenía era de retroceso.

El vello de sus brazos era como escarpias a punto de explosionar.
Decidió sentarse unos instantes en un banco de los que marcaban el sendero. Estaba frío y calaba su ropa. De repente algo cálido hizo presencia en su cuello.
Poco más recuerda de ese momento pues se desvaneció.
No sabe cuanto estuvo ausente.
Al despertar se hallaba rodeada de gente y no sabía muy bien de donde haban salido. Estaba en la calle perpendicular a su casa y nada extraño parecía ocurrir. Oía como la gente comentaba que había tenido un desmayo. Le preguntaban si se encontraba bien. Ella no entendía nada.
Una ambulancia llegaba para tratarla.
-_ ¿ Se encuentra bien?.
-_ Si si....No sé que ha pasado.
-_ Quizá una bajada de tensión, aunque ahora esta estable. ¿ Desea ir al hospital para estar en observación o esta mejor ya?.
-_ No no. Me encuentro bien. Habrá sido eso. Un bajón...
-_ ¿ La acompañamos a casa?.
-_ No gracias. Vivo aquí al lado.
-_ Muy bien. De todas maneras, mañana acuda a su médico.
-_ De acuerdo. Así lo haré. Gracias por todo.
Se incorporo y se despidió de los sanitarios.
La gente agrupada se fue dispersando y ella comenzó su camino hacia casa. Abrió la puerta cansada y sin entender nada. Se dirigió al baño, tras liberarse de su bolso y zapatos, disponiéndose a darse un baño relajante.
Frente al espejo, mientras se desnudaba, vio algo en su cuello que no era suyo.
No era una marca de nacimiento ni nada parecido que pudiera llevar y que supiera.
Dos orificios encostrados se hallaban en él.
El pánico se volvió a apoderar de su cuerpo, mientras de un golpe sordo y brutal, la puerta del baño se cerró ante sus ojos reflejados en el cristal...


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