Cuento: |
Cada noche voy a correr por el parque, no es que me guste especialmente hacerlo tan tarde, pero es la única hora que tengo. Tras limpiar la casa todo el día, lavar, planchar y dar de comer a mi padrastro y mis dos hermanastros, apenas tengo tiempo hasta las 12, hora a la que tengo que estar puntual para llevarles el vaso de leche caliente y galletas a mis hermanastros y que ellos no tengan que destaparse.
Anoche miércoles era especial, llevaba días viendo a una chica muy guapa correr, a la cual no me atrevía a cruzar por avergonzarme mi viejo chándal y deportivas gastadas, pero decidí que esa noche me lanzaría.
No debí contarle nada a mis hermanastros, porque por fastidiarme, decidieron salir ellos antes a correr, con sus lujosas prendas deportivas y calzado profesional y embaucar a esa chica. Se fueron recordándome malvadamente que a las doce querían sin falta su leche y galletas.
Se me vino todo abajo, me hundí pensando que no debía merecerme nada bueno. Entonces llamaron a la puerta, abrí pero no había nadie, solo un paquete a mi nombre que abrí rápidamente, era un precioso chándal de marca y unas zapatillas deportivas de cristal espectaculares y en una nota ponía:
"Aprovecha tu noche, deslúmbrala.
Y recuerda, debes volver antes de las doce"
Sin preguntarme más de donde salia esto, me vestí esa ropa y me calcé esas zapatillas y salí a buscar la chica. Pronto la vi por el camino que bordeaba el estanque, a su lado estaban mis hermanastros intentando impresionarla con sus piropos y elegantes ropas, decidí pasar junto a ellos y ella al verme suspiró y cambió de dirección para acompañarme, dejando a mis hermanastros alejarse en dirección contraria.
Corrimos juntos con el sonido del agua del estanque, de los patos y el agitar de las ramas de los árboles. Estaba disfrutando de su belleza y compañía, y entonces, escuché las campanadas de la vieja iglesia, ¡¡miré y el reloj marcaba las doce!!, que desastre, debía irme, llegaba tarde, y con el toque de las campanas de fondo corrí calle abajo hacia casa, tan nervioso, que una de mis deportivas de cristal se salio y no paré a recuperarla.
Me dormí recordando todo lo sucedido, repasando cada detalle. Al día siguiente desperté contento, de camino a la compra paré en la redacción del único periódico del pueblo y puse este anuncio:
"Perdida zapatilla deportiva de cristal izquierda anoche en el parque, en caso de alguien encontrarla, puede pasar por mi casa para llevarse la zapatilla derecha si quiere, son una porquería para correr, durisimas, te rozan por todas partes y apenas puedes golpear el suelo para no romperlas".
Y desde esta noche se acabó el correr fuera de casa, así no veo más a esa tonta que se fija solo en la calidad de las prendas y calzado. Y con las corridas en casa, les aseguro a mis hermanastros su buena parte de leche calentita cada noche a las doce.
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