Cuento: |
Llego el día, con el periódico de hoy, Berto tenia el suficiente para acabar su barco. Ya se hizo del pañuelo de lunares del abuelo, que con un nudo se encajaba en la cabeza, de una botella de refresco, que con su base recortada acercaba las distancias, al menos mientras nadie le demuestre lo contrario y de una cartulina negra con carabela dibujada a tiza, que unida a un palo, le identificaba como pirata, ya que llevar parche le resultaba incómodo.
Tenía planeado sumar un canario a su hombro que hiciera el papel de loro, pero esté prefirió tomar dirección a la calle, a través de la ventana. Es un tema a solucionar más adelante con su hermana, dueña del ave. Pero ahora no era tiempo de tener pájaros y mujeres en la cabeza, el balcón abierto del salón y la ventana de su dormitorio, le procuraban vientos favorables y la travesía era larga. Días atrás había preparado un mapa con su ruta a seguir, gracias al globo terráqueo del escritorio de su padre, que otras veces ya colaboró en sus aventuras, como balón cuando fue campeón del mundo de fútbol o de bola en sus plenos en el pasillo contra botellas de diversos tamaños y colores, pero todas bolos en ese momento.
Y con unas galletas escondidas del desayuno como provisiones, izó su anclado pie, gritó: "Ajustad trinquete", "Tensad juanetes", "bajad la mesana" y todo aquello que recordó de sus libro de aventuras. Y sin mirar atrás, erguido y señalando a la puerta de su dormitorio, ordenó al timonel fijar rumbo al sur. Observó con su catalejo el horizonte, rebuscó con su dedo en su mapa, y golpeándolo dos veces en cierto punto, dijo: "Aquí vamos". En el mapa ponía "Cabo de Gata", estaban a punto de cruzar el ancho salón, donde la vieja gata reinaba y daba caza a todo lo que por allí se moviese. Y así fue, demasiados colores y movimiento, la gata no pudo evitar lanzarse al abordaje. La batalla se saldó con algunos rasguños en la bandera y unos lametones en las mejillas, que por suerte no necesitaron de grandes arreglos por los que desviar su rumbo ni retrasar su viaje.
Había que reponerse pronto, el siguiente punto en el mapa era "El estrecho de Gibraltar", el largo pasillo que comunicaba al resto de los mares y que a menudo era transitado por increíbles criaturas. Era necesaria gran precisión de timón por su estrechez y absoluto silencio para no atraer a ninguna de esas criaturas. Era necesario pasar por él para llegar a "Las islas canarias" su próximo punto en el mapa. Allí pensaba encontrar el canario de su hermana, es de lógica.
Y a pesar del silencio escrupuloso, al otro lado del estrecho, apareció una de esas criaturas, un ser de grandes dimensiones, armado con un palo en cuyo extremo colgaban las cabelleras de otros desafortunados navegantes y que restregaba por el mar en busca de naves que hacer naufragar. Había que tomar una decisión de cálculo, ¿llegaría antes a las islas o le atraparía en el camino?. Decidió arriesgarse, y casi llegando, vio que era muy probable llevarse la refriega y dio un rápido giro de timón, desviándose de las Islas Canarias y de su posibilidad de recuperar el canario de su hermana.
Entró entonces en mares que su mapa no tenía apuntados, todo lleno de islotes de mármol blanco, con fuentes, cascadas y paredes lisas y pulidas como espejos. Estaba perdido, necesitaba alguna referencia, le llamó la atención como unas banderas colgaban de una de las lisas paredes y una de ellas en especial, una con forma de pantalón corto, de coloridas flores... ¡Ya está!, ¡Estaba en "Las Bermudas"!. Ya leyó antes sobre ese sitio y el peligro de perderse en él, así que decidió salir rápido de allí, y dirigirse a su destino, y para eso debía tomar el famoso "Cabo de Hornos". Pocos han logrado pasarlo, y menos en temporada de guisos, frituras y asados, la actividad es enorme y los riesgos de naufragar altísimos, y siendo una zona donde abunda el canibalismo, hay que pensárselo dos veces antes de atreverse, supervivientes relatan cuerpos en grandes ollas al fuego y otros empalados dando vueltas en esos famosos "Hornos".
Pero llegado hasta aquí, ni se le ocurría rendirse y dejarlo. Su pericia al timón le salvaría de ser apresado o quedar varado en los arrecifes de bolsas y patas de mesa. Durante días, o quizás minutos, (el tiempo en hora de aventuras es muy incierto), lucho contra todo ello, y a punto de caer exhausto, llegó a aguas tranquilas y soleadas. Y en pocos días-minutos, llegó al destino "Las Islas Galápagos", esa isla donde habitan raras especies que salen del agua a tenderse al aire y viceversa, aves de limpieza que con el mismo palo, tenían diferentes picos según su uso y donde Lentita, su tortuga, pasaba una larga temporada en espera de que por fin llegara Berto a rescatarla.
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