Entre sueños deambule entre lo onírico y la realidad hasta despertar a un lado mío.
Fugazmente el monótono serpentear de mis pensamientos discurría entre una realidad y un momento de epifanía vinculada al exceso de mis propias verdades. Se describían cacofonías de lamentos y explicaciones que me esperaban detrás del motivo real por el cuál estaba ahí.
Un haz de luz pasa a mí costado y me doy cuenta que estoy casi despierto.
¿Quién está ahí?, pregunto aunque sepa la respuesta.
Sus hermosos ojos me deslumbran y su rostro es el más y menos familiar que puedo concebir. Me observa desde cerca y lejos a la vez.
En sus facciones no se denota ninguna expresión susceptible. Es hermoso de todas formas.
¿Quién eres?, vuelvo a preguntar. Esa no es la pregunta que en verdad deseo hacer y él lo sabe.
Apenas mueve su cabeza en desaprobación.
Dislocado de la realidad, intento incorporarme pero algo se afianza a mis piernas y apenas las puedo mover. Intento levantar la cabeza pero la siento demasiado pesada.
¿Qué quieres de mí?, grito.
Sonríe socarronamente.
¿Que quieres tú de mí?, responde. Tú me llamaste, tú me imploraste que viniera. Que estuviera a tú lado porque lo necesitabas.
Vete de aquí, vuelvo a gritar como una niña asustada.
Él sonríe.
La realidad es una dicotomía entre lo que veo y siento.
¿Me harás daño?, pregunto intentando levantar mí mano derecha que está pegada literalmente al cuerpo. Se la respuesta.
No tanto como el que tú ya has hecho, contesta mirando hacía su izquierda.
Apenas puedo mover la cabeza hacia la derecha. El dolor es agudo y me punza en las sienes. De todas formas lo hago.
El escenario me dio nauseas al instante.
Sangre, un pedazo de carne que al parecer es de una mano en el suelo, tripas regadas por todo lo que podía ver. Me dan arcadas pero no puedo vomitar.
¿Deseas que me vaya?, pregunta. ¿Podrás enfrentar tú esto solo?
No, quédate, yo me iré. Digo dispuesto a nunca volver...
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