10 de julio de 2004
El colgante mágico
Me llamo Elizabeth, tengo 16 años y hacía un año que acababa de perder a mi madre en un accidente.
Tras la muerte de mi madre, mi padre decidió que nos mudáramos a un pueblo, para así poder olvidar la perdida de mi madre. Mi padre ya había ido a ver la casa y me había dicho que era impresionante, aunque eso no me importaba.
Cuando llegamos al pueblo, me pareció de lo más deprimente que había visto y ya no sabía si mi padre había querido ir allí a superar la muerte de mi madre o a hundirse más en la depresión. Era un pueblo triste y lluvioso…nuestra casa estaba cerca del bosque.
Vale, la casa no estaba nada mal y he de admitir que me gustó. Inmediatamente elegí cual iba a ser mi habitación, tenía una ventana de la cual se veía una casa un poco descuidada, como si no viviera nadie pero justo en ese momento, salió un chico de más o menos 18 años y de repente nuestras miradas se encontraron y cerré las cortinas…
Nunca había sido la chica popular de la escuela, sino más bien la invisible, era más feliz sumergiéndome en mis libros de terror, que tratando con los chicos del instituto, que no eran más que unos tarados. La única amiga que había tenido, se había mudado de cuidad cuando ambas teníamos trece años y desde entonces no había entablado una amistad muy buena con nadie, desde la muerte de mi madre me había encerrado un poco en mi misma y me costaba tratar con la gente.
En la noche estuvimos cenando y mi padre me comentó acerca del instituto que había en el pueblo y que ya había hecho la matrícula para cuando iniciaran las clases, por suerte estábamos en julio, lo que me daba la oportunidad de conocer el pueblo y poder adaptarme antes de empezar el instituto.
Habían pasado tres días, en los cuales mi padre se encargó de que nos terminaran de llevar nuestras cosas y nos estábamos acomodando.
Después de tres días de organizar y tener cajas por aquí y por allá, decidí explorar un poco el pueblo, ya que no llovía. Así que empecé por el bosque, ya que me encantaba la naturaleza, teníamos el bosque justo detrás de casa así que me adentré en el, era enorme y tenía un riachuelo pequeño, se veían liebres, mariposas, palomas… incluso diría que vi un pequeño zorro.
Luego me fui al pueblo y descubrí que a pesar de ser un poco gris, en el se encontraban muchas pequeñas tiendas, como panaderías, cafeterías, tiendas de antigüedades... en esta última sí que me detuve, porque me encantaba, en la cual me pase casi una hora y en mi recorrido por la tienda un extraño colgante llamo mi atención, tenía un cordón marrón y una especie de piedra rosa palo…
Me costó veinte dólares, pero había valido la pena, sentí una conexión con ese collar nada más verlo. En mi recorrido por el pueblo vi que solicitaban dependienta para una heladería, en mi otra ciudad estuve trabajando en el verano en una hamburguesería, así que supuse que era parecido. Me dijeron que pasara a la mañana siguiente y así podría hablar con el dueño de la heladería.
En la cena le comenté a mi padre acerca del trabajo y le pareció bien. Solo seria para trabajar hasta finales de agosto. Mi padre era escritor de libros infantiles, así que la mudanza no supuso ningún cambio para su trabajo.
Al día siguiente fui a la heladería y me hicieron una pequeña entrevista, el dueño resulto ser un señor muy amable y simpático. Me dijo que me llamaría esa misma tarde para darme una respuesta. Al llegar a casa escuche voces y al entrar vi a una señora que estaba hablando con mi padre, resulta que era nuestra vecina de la casa descuidada … de donde salió aquel chico tan guapo, (el cual no había vuelto a ver) la señora había ido a darnos la bienvenida al pueblo.
Cuando la señora se fue, mi padre me dijo que la señora Stone vivía con su nieto que tenía 18 años y solo le quedaba ese año en el instituto... Esa misma tarde me llamaron de la heladería para empezar a trabajar al día siguiente, solo trabajaría de 10 a 2 de la tarde.
Mi primer día de trabajo no había sido tan coser y cantar como había creído, esas máquinas de helados resultaron ser un tanto complicadas y me estaba costando cogerle el truquillo, tenía la esperanza de que mi segundo día fuera mejor.
Ese día al volver a casa lo volví a ver, ahora más de cerca y podría jurar que era el chico más guapo que mis ojos habían visto y como era de esperar él ni siquiera volteo a verme, así que entre en casa.
Después de comer y echarme una siesta reparadora me fui al bosque, el cual se había convertido en mi lugar favorito, pero esta vez no estaba sola como la última vez. Mi vecino el guaperas estaba ahí sentado en una roca, imitando al pensador.
Pasé por detrás de él y al parecer percibió mi presencia porque sentí su mirada en mi espalda y me dijo un *hola *que apenas escuche y me di la vuelta y le devolví el *hola* y seguí andando.
Hice mi recorrido por el bosque y no me volví a cruzar con él, en la cena le comenté a mi padre de mi primer día de trabajo tan desastroso y se estuvo riendo todo el rato de mi.
Al irme a la cama me puse mi colgante que había comprado en la tienda de antigüedades que aún no había estrenado, me quedaba justo como imaginaba, como si me hubiera pertenecido toda la vida, al tocar la piedra sentí una presión en el pecho y en mi mente empecé a ver cosas, como si me trasladara a otro lugar y vi una mujer sentada en una roca en un bosque y al darse la vuelta pude ver que llevaba el colgante que tenía yo entre mis manos, al soltarlo volví a la realidad.
Ya en la realidad y recordando eso que había visto al tocar el colgante, esa roca estaba en el bosque detrás de mi casa, justo donde había visto a mi vecino esa misma tarde, pero en otra época y esa chica llevaba el mismo colgante, no entendía nada…
Mi segundo día, había ido todo un poco mejor en el trabajo y ya me llevaba mejor con la máquina de helados. En cuanto al colgante, no había vuelto a tocarlo desde la noche anterior, que había tenido esa especie de visión al pasado que no acababa de entender, pero no me quedaría con la curiosidad…
Al salir del trabajo me fui a casa y después de comer me fui directamente a la tienda de antigüedades, para preguntar a la dueña acerca de su origen.
Me dijo que era un colgante del año 1930 o 40 y que lo había comprado en una subasta de antigüedades y al parecer estaba relacionado con una historia de amor en la segunda guerra mundial.
Así que después de salir de ahí, me fui a la biblioteca a investigar acerca de los habitantes del pueblo, desde el año 1938 a 1945 y acerca de los que fueron a la guerra para saber a quién pertenecía el colgante.
Una vez en la biblioteca, me encontré con mi vecino del cual no sabía ni su nombre y otra vez me volvió a saludar igual que la última vez, pero esta vez me siguió hasta los ordenadores y se sentó a mi lado, se presentó y por fin pude saber su nombre. William.
Le expliqué un poco por encima, que estaba intentando averiguar a quien perteneció el colgante y que guardaba una historia de amor, pero sin mencionar nada acerca de esa visión tan extraña que tuve, no quería que pensara que estaba loca. Se sentó en el ordenador que estaba a mi lado y se dispuso a investigar, parecía bastante interesado en la historia.
Después de habernos pasado casi dos horas investigando en los ordenadores, los periódicos y los libros de la biblioteca de los habitantes del pueblo, habíamos encontrado a un chico llamado Timothy Jensen y que había participado en la segunda guerra mundial a los 19 años de edad y que había regresado al pueblo dos años después y vivía cerca del pueblo.
Saqué mi libreta y apunte la dirección, William miró su reloj y luego me miró a mi. Al final decidimos ir al día siguiente cuando yo saliera del trabajo.
Al llegar a casa mi padre no estaba, me fui a la ducha y al salir me miré en el espejo y me atreví a tocar el colgante y pude ver que alguien escondía unas cartas debajo de un tablón…
Cuando mi padre llegó, ya había preparado la cena, me dijo que estuvo en la editorial para pedir más tiempo para la entrega del libro, mi padre era fuerte, pero sé que la muerte de mi madre le había afectado igual o más que a mí, estaban muy unidos.
En el trabajo iba entendiendo mejor la máquina de helados y en la tarde iríamos a ver a Timothy. William era un chico aparte de guapo e inteligente, este era su último año, porque con la muerte de su madre había perdido un año, y en cuanto acabara se iría a la universidad para hacerse veterinario, su cumpleaños era en diciembre y su madre también había muerto hacía dos años y como sus padres estaban divorciados, él decidió venirse a vivir con su abuela.
A la tarde nos dirigimos a la casa de Timothy con emoción, por fin sabríamos que había pasado con Abigail. Cuando llegamos nos abrió la puerta un señor de algunos 80 años con pelo blanco por las canas pero que aún guardaba lo apuesto que fue en su juventud.
Después de explicarle a lo que habíamos ido y mostrarle el colgante, nos dejó pasar, cuando mencionamos el nombre de Abigail podría jurar que vi un brillo en sus ojos.
Nos contó acerca de su historia con Abigail, que ella se mudó con su familia en el verano del 1939 y lo que más me sorprendió fue cuando nos dijo cuál era la casa a la que se había mudado, era la casa en donde vivía yo ahora con mi padre, William y yo nos miramos en silencio, pero no dijimos nada.
Nos dijo que ellos tuvieron lo que la gente llama un amor de verano, pero para ellos era más que eso, Abigail había sido el amor de su vida y él nunca había podido olvidarla. Su familia no aceptaba la relación porque creían que él no estaba a la altura y que eran muy jóvenes para saber lo que era el amor.
Se veían a escondidas en el bosque y él le dio el colgante antes de irse a la guerra, se fue a la guerra con la esperanza de que su familia lo aceptara por haber luchado , cuando se fue a la guerra tenía 19 años y Abigail 17.
Se prometieron escribirse, pero el solo recibió dos carta de ella los primeros meses y fue cuando recordé la visión que había visto de alguien guardando unas cartas debajo de un tablón, que debía de estar en mi casa. Al volver de la guerra Timothy fue directo a casa de Abigail pero se había enterado de que su familia se había ido a Inglaterra hacía ya un año, pero él se negaba a creer que Abigail le hubiera hecho eso, sabía que su familia se la había llevado para separarlos.
El volvió de la guerra, pero seguía siendo un don nadie y no tenía dinero para ir hasta Inglaterra a buscar a Abigail y le explicara lo sucedido, porque se había marchado y no le volvió a escribir más… además todo se había complicado con la guerra, el en aquel momento se sentía dolido, pero aú7n seguía amando a Abigail. Pero al final se dio por vencido.
Ya sabíamos una parte de la historia, pero teníamos que saber porque Timothy no volvió a recibir más cartas de Abigail y yo sabía exactamente como averiguarlo. No quería contarle a William acerca de las visiones…
Al llegar a casa nos quedamos fuera hablando y le conté que había perdido a mi madre hacia un año, que mi padre era escritor de cuentos infantiles y que me encantaban los libros y las pelis de terror, algo que para mi sorpresa, teníamos en común. Aun no me dejaba de sorprender que un chico tan guapo me haya hablado y que se hubiera unido a mí, en búsqueda de esta historia de amor.
Al entrar en casa me dispuse a buscar ese tablón para dar con las cartas, pero fue en vano y no quería volver a tocar el colgante ya que me sentía extraña al hacerlo, como si se me cortara la respiración en el proceso. Agotada en mi búsqueda me di por vencida y me puse a preparar la cena.
Al irme a la cama, no pude evitar pensar en William y en lo guapo que era, puede que no fuéramos más que amigos, pero me gustaba fantasear con ser algo más. William era ese chico sencillo, pero que te corta la respiración, tenía los ojos verdes, el pelo rubio oscuro y un cuerpo escultural de esos esculpido por los dioses y la altura perfecta.
Yo sin embargo era la chica más corriente que podía existir en el mundo, mi piel era tan blanca como la leche, el pelo enmarañado, rizado y negro como el azabache y era más delgada que un espagueti. Al menos dios me había premiado con la inteligencia (así me decía a mi misma para consolarme).
Dejando de pensar en mi poco apremiado físico, me dispuse a dormir y esa noche soñé con William, un sueño del todo imposible, porque nadie tan guapo se fijaría en mí...
Cada día iba mejor en el trabajo y me empezaba a gustar lo de hacer helados, al regresar a casa me encontré con William esperándome en la puerta de mi casa, había ido a invitarme a dar una vuelta por el bosque y mostrarme algo que había descubierto.
Después de comer me fui con William al bosque, el cual he de decir no había andado por completo, me llevo a un árbol frondoso con las hojas de un color rojo vino, era bastante lindo pero me esperaba otra cosa… pero lo que el realmente me quería mostrar era algo que había tallado en el árbol. Había un corazón y dentro ponía Abigail y Timothy.
En ese momento me toque el colgante inconscientemente y pude verlos allí justo en ese momento cuando tallaban ese corazón, se les veía sonreír y felices. Esta vez fue más intenso que la última y sentí como me desmayaba, pero unos brazos me sujetaron por la cintura y volví a la realidad.
Cuando abrí los ojos, lo vi tan cerca de mí y me volví a perder pero esta vez en sus ojos, que me dejaban sin aliento. En unos segundos me repuse y me puse de pie.
Como era de esperar, él pregunto a que se debía mi desmayo y me vi obligada a contarle lo que ocurría cuando tocaba el colgante. No se le veía muy convencido pero tampoco me vio como si estuviera chiflada, le dije acerca de las cartas que había visto esconder en mi casa debajo de un tablón y que había buscado sin ningún resultado.
Sugirió que fuéramos a mi casa, para buscar ese tablón y encontrar las cartas y poder saber que pasó con Abigail, pero fue una búsqueda en vano… nos tomamos una limonada y estuvimos charlando un rato.
William me contó que un poco antes de yo instalarme en el pueblo, él estuvo trabajando de ayudante en una veterinaria pero habían cerrado. Justo en ese momento llego mi padre y después de William presentarse se despidió y yo entré en casa…
Antes de irme a dormir, me atreví a tocarme el colgante, estábamos dando pasos en falso, teníamos que averiguar dónde estaban escondidas esas cartas, pensé con todas mis fuerzas en la visión de las cartas y otra vez sentí que me faltaba el aliento y me traslade al pasado de Abigail.
Como si estuviera viendo una película en primera fila, pude ver como escondían las cartas y justo en ese momento entraba Abigail y se veía que discutía con la persona que escondía las cartas, era su madre quien había escondido las cartas.
Abigail le reclamaba el no haber mandado las cartas y esconderla, pero justo en ese momento mis fuerzas me abandonaron y volví a la realidad, pero esta vez pude ver que era un lugar oscuro y frío…
Ya llevábamos dos semanas en el pueblo y el trabajo iba estupendamente bien. Hacía algunos días que no veía a William ya que había empezado a trabajar en una tienda para animales en las afueras del pueblo, un día nos cruzamos y me dijo que ya quedaríamos para ponernos al día.
Esa noche volví a tocar el colgante…ya sabía dónde se encontraban las cartas, estaban en mi sótano, pero no quería descubrirlo sola, así que espere a que William estuviera libre en el trabajo.
Era un sábado por la tarde cuando por fin William estuvo libre y fue hasta mi casa. Le había explicado que las cartas estaban en el sótano, pero que no sabía exactamente dónde y quería que me ayudara a buscar y además quería que leyéramos juntos las cartas.
Bajamos al sótano y como estaba oscuro, cogimos unas linternas, estaba frío y húmedo. Estuvimos andando de un lado a otro hasta dar con una tablón hueco, después de una hora por fin habíamos dado con el, bueno, más bien William.
El tablón estaba un poco levantado y con la ayuda de un hierro pudimos levantarlo y ahí estaban, había un envoltorio que dentro tenía las cartas, había alrededor de 4 cartas. Tenían fecha del 1939 y 1940.
Salimos al porche a leer las cartas, las empezamos a leer por fecha.
Diciembre 1939
Mi querido Timothy…
He recibido tu carta y me alegra saber que estas bien. Las cosas aquí aún están tranquilas con respeto a la guerra, pero ha habido decenas de soldados muertos. Yo sigo esperando que la guerra acabe pronto y podamos volver a vernos y que mi familia por fin te acepte, no hace falta que te diga lo mucho que te extraño y este distanciamiento solo hará que nuestro amor crezca. Te quiero
Tuya, Abigail.
Se me nublo la vista por las lágrimas que asomaban con salir, deje la carta y me aleje de William para limpiarme las lágrimas, pero me siguió solo para burlarse de mí y llamarme sensible y cursi, aunque luego me pidió disculpas y se ofreció a leer la siguiente carta.
Enero 1940
Mi querido Timothy…
Me he quedado esperando tu carta y guardo la esperanza que tu carta se haya retrasado debido a la guerra. Mi hermana se ha ido de enfermera voluntaria para ayudar a los heridos y mi madre esta de los nervios, pero ya sabes que mi hermana tiene alma caritativa, en casa estamos preocupados por ella pero yo estoy contenta ya que plantó cara a mi madre e hizo lo que quería. Ya me despido no sin antes recordarte lo mucho que te extraño y seguiré esperando tu carta. Te quiero.
Tuya, Abigail
No seguimos leyendo más cartas y decidimos ir a ver a Timothy y llevarles las cartas para que supiera que Abigail había seguido escribiendo y su madre había escondido las cartas antes de llegar a enviarlas.
Llegamos a casa de Timothy y nos reconoció nada más vernos y nos dejó entrar. Le tuvimos que explicar que yo vivía donde había vivido Abigail y estábamos limpiando el sótano y las encontramos por casualidad.
Le entregamos las cartas y fue a por sus gafas para poder leerlas, cuando empezó a leer se le veía afligido, le empezaron a temblar las manos. William y yo nos asustamos y el quitamos las cartas de las manos.
Timothy nos dijo que el también le había escrito hasta abril del 1940, pero dejo de hacerlo al no recibir respuesta, pero que el nunca se olvido de ella. Abigail fue y siempre había sido el amor de su vida, él sabia que algo había pasado para que ella le dejara de escribir. Sus lágrimas cayeron al suelo, estaba desolado. Desde Abigail él nunca había podido amar a nadie más como a ella. Le dejamos las cartas ya que les pertenecían.
De regreso a casa hicimos una parada en una cafetería, nos pedimos unos batidos y nos sentíamos satisfechos a medias, porque aun no sabíamos que paso con Abigail después de irse de los estados unidos.
William trabajaba ocho horas y no me podía ayudar a buscar información en la biblioteca, así que decidí investigar yo y ya hablaríamos los sábados a la tarde.
El domingo salimos a dar una vuelta al pueblo vecino que era más alegre que el nuestro, tenía un lago y podíamos subirnos a una barca de pedales, luego nos comimos un helado y estuvimos hablando. Desde la muerte de mi madre no había estado tan feliz y era por William.
Estas semanas juntos solo habían servido para que me gustara más y estaba claro que él no me veía de esa forma, simplemente me veía como su vecina, una amiga…
El lunes me fui a la biblioteca después de comer y estuve la tarde investigando y buscando en los libros de la biblioteca. Y no me podía creer lo que acababa de descubrir, Abigail no se había ido de estados unidos sino que su familia se había mudado una ciudad que estaba a más de dos horas de nuestro pueblo.
No podía esperar hasta el sábado para decirle a William lo que acaba de descubrir, así que al día siguiente lo espere en la entrada de su casa, a que llegara del trabajo. Se sorprendió al verme y me miro con preocupación, luego le explique lo que había descubierto. Quedamos de ir el sábado en la mañana, ya que no tenía que trabajar.
Ahora tenía que convencer a mi padre que me dejara ir con William, una cosa era dar paseos en el pueblo vecino y otra irme a un pueblo que estaba a casi tres horas del nuestro.
Me fui a la cocina e hice unos macarrones, que eran los preferidos de mi padre y también hice una tarta de manzana. Tenía que tenerlo feliz, para poder tantear el tema.
No le había comentado a mi padre nada acerca del colgante, Abigail y Timothy…
- Papá, quería pedirte permiso para ir con William a Gaulel.
- ¿Ese pueblo que esta a casi tres horas de aquí?
- Sí, iríamos el sábado temprano y volveríamos el mismo día.
- Elizabeth, no conocemos lo suficiente a ese chico, yo se que estas contenta por tener un amigo…
-Invítalo a cenar mañana y luego tomaré una decisión, ¿de acuerdo? – Me dijo
- vale.
Así que ahí estaba otra vez esperando a William en su puerta, para pedirle que fuera a mi casa a cenar esa noche, que de eso dependía que fuéramos el sábado a Gaulel, para mi sorpresa acepto a la primera.
En la cena mi padre estuvo un poco pesado y preguntón, solo falto que preguntara el número del carnet de identidad de William. Tenía una vergüenza, por suerte William se metió a mi padre en un bolsillo, no me sorprendió con lo encantador que era… Vale, vale estaba coladita por William.
Al final mi padre había accedido a que fuera, con la condición de estar de vuelta a las cinco de la tarde y que lo llamara cada dos horas como mínimo. Le habíamos dicho que queríamos ir a un museo que estaba en Gaulel que tenía una exhibición dedicada a las películas de terror.
Por fin había llegado el sábado, salimos de casa a las siete de la mañana, para poder ir a la biblioteca de Gaulel y ver si dábamos con la dirección de Abigail.
A eso de las ocho de la mañana, paramos a desayunar en un restaurante de esos de carretera, nos tomamos un buen desayuno y continuamos nuestro recorrido. Cuando llegamos al pueblo y estacionamos, entramos a una cafetería para que nos dijeran donde estaba la biblioteca.
Después de preguntar a varias personas más… habíamos llegado a la biblioteca, nos buscaron los libros y empezamos a buscar, estaba complicado buscar ya que muchas personas habían entrado al pueblo en ese año.
Encontramos a Abigail pero con la mala noticia de que había muerto en 1946, en su acta de defunción ponía que había muerto de cáncer a la edad de 24 años. No pude evitar que se me saltaran las lágrimas…
De todos modos decidimos ir a la que fue la casa de Abigail hasta su muerte, por si había algún pariente que nos pudiera contar su historia de una forma más cercana. Cuando llegamos a la casa nos abrió la puerta una señora de algunos 60 años, le preguntamos por Abigail Stone y nos dejó pasar…
Una vez dentro, le hablamos acerca de Timothy y nos dijo que por desgracia ella no lo había conocido, pero había sido el amor de la vida de su hermana y que era una lástima que hubiera muerto en la guerra.
William y yo nos miramos entre sorprendidos y tristes. Le explicamos a Anne que Timothy no había muerto, que vivía en un pueblo cercano al que se habían conocido Abigail y él.
Nos explicó que Abigail le volvió a escribir cuando descubrió que mi madre no había enviado las cartas, pero no recibió respuesta y luego nos mudamos y recibimos la noticia de que Timothy había muerto en la guerra.
Subió escaleras arriba y bajo al poco rato para entregarnos un diario, nos dijo que era el diario de Abigail, lo había empezado a escribir desde que Timothy se había ido a la guerra, hasta el último día que esa enfermedad se la llevo.
Estábamos tristes pero ya por fin habíamos descubierto la historia completa. Unos enamorados separados por la guerra y una familia que se dejaba llevar por las clases sociales.
Paramos a comer en una cafetería que estaba en el pueblo y nos subimos al coche para nuestro viaje de regreso, ya que mi padre quería que estuviera en casa a las cinco. William dijo que iríamos a llevarle el diario a Timothy al día siguiente.
Cuando llegamos a casa mi padre estaba fuera esperando, aunque llegamos diez minutos antes, saludo a William y se metió en casa. Habíamos quedado de ir a casa de Timothy a la tarde y luego daríamos una vuelta.
Antes de irme a la cama, me miré en el espejo y me toque el colgante, pero ya no pasaba nada, porque ya todo había acabado y Abigail por fin podía descansar en paz.
Nos dirigimos a casa de Timothy y le entregamos el diario de Abigail y le dijimos que había muerto y que murió pensando que él había muerto, Timothy se enjugo las lágrimas pero nos agradeció enormemente. Le ofrecí el colgante, pero no lo acepto porque decía que había sido un regalo de Abigail para mí, me había elegido a mí y a mí eso me hizo sentir inmensamente feliz…
Ya solo faltaba una semana para que empezaran las clases. He de confesar que en un principio no me atraía la idea de vivir en ese pueblo, pero fue uno de los veranos más asombrosos de mi vida y conocí a William…
Mi nuevo instituto seria otro cambio que afrontar en mi vida, pero ya sería otra historia que puede que en algún momento me anime a contarles…
31 de agosto del 2004
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