Publica Tu Cuento: Negro noche y al final estrellas


Nombre*:César Sepúlveda Aguilar
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Género*:Drama
Título*:Negro noche y al final estrellas
Cuento*:
Caminé por la obscuridad, no era de noche pero la ausencia de luz invitaba a pensarlo, buscaba estrellas que no existían porque insisto, no era de noche. Caminaba en línea recta en soledad, hablaba conmigo mismo para no volverme loco, me decía muchas veces que pronto saldría el sol y en voz baja yo mismo respondía que el sol no saldría porque no era de noche. Jugaba con mi mente la engañaba o al menos lo intentaba para que ella pensara que era la hora de dormir y tras recostarme y echarme encima una colcha de lana intentaba cerrar los ojos sin exito porque no era de noche. Intenté soñar y soñé contigo, aunque despierto y fue mejor que cualquier sueño involuntario porque en éste yo dirigía y así cuando te ibas a escapar, a perderte entre la gente, yo, como estaba despierto te traía a mi lado y te abrazaba y te besaba la frente, el aroma de tu cabello que también inventé llenaba mis pulmones y mis recuerdos... y volví a pensar ¿Será que ya estoy loco? pero no hice caso seguí soñando, despierto, porque era de día aunque no había ni sol ni luz era de día, dejé de soñar y pensé entre en otras cosas, en aquel gallo que aún sin luz daba sus primeros cantos, pero hoy no aparecía. Volteaba, buscaba mi reloj pero como no había luz no podía saber la hora, entonces fue cuando el tiempo dejo de interesarme, total si no había día, mi obscuridad era eterna. Me acurrucaba en las esquinas bajo los árboles, creo que también los imaginé, chuecos y de pocas hojas porque ya estábamos en otoño, cuando llegan los tiempos de mudar y de soltar, antes, en esos mismos días con un azadón juntaba las hojas caídas pero hoy no podía porque cuando los imaginé ya permanecían deshojados, desnudos y no había nada en los suelos. Me senté y quise dormir pero después de un rato recordé que no eran horas ni de dormir ni de soñar sino de caminar en la penumbra y camine casi a ciegas y sin tiempo, no portaba un almanaque que me dictara que día de la semana era, todos parecian iguales, sin tiempo, sin días, sin sueños, solo sentía los nortes otoñales y a veces bajo mis botas el crujir de las hojas y de los caracoles muertos, volví hablarme a mi mismo para ver si estaba cuerdo y supuse que si porque bien que dialogaba por mucho tiempo y de muchos temas, no tenía prisa, dicen que los condenados a muerte no tenemos prisa ¿Y quién si? sí todos vamos con el mismo rumbo, en fin, me dieron ganas otra vez de soñar y ahora imaginé que dormía en una de esas bancas de jardín, esas que las familias pudientes solían donar al municipal para que embelleciera la plazuela y de pasada mostrara con letras grandes los rimbombantes apellidos del viejo continente, en un esfuerzo disfrazado de mezclarse entre los de acá, la imaginé color negro con descansabrazos dorados y patas como de caballo percherón de esos que yo solo había visto una vez en el circo cuando de niño mi padre me llevo. Me acomode en la banca y una de mis botas fungió como almohada queria soñar pero también quería dormir porque estaba obscuro, pero los ojos seguían abiertos sin el mínimo indicio de sueño, ya acomodado soñé despierto, soñé que por fin dormía que la noche había llegado y junto con ella una oleada de estrellas, soñé que el gallo cantaba a las cuatro y un cuarto y que enseguida el sol extendía un largo brazo y después otro y después otro hasta que su abrazo cálido coloreaba mi semblante y después de abrir los ojos, estiraba mi cuerpo sobre la banca de los "Ferrara Iturralde", que bien habían hecho en donarla, bajando mis dos pies a tierra uno con bota y el otro descalzo veía el pulgar de mi dedo asomándose entre el calcetín también disfrutando de la calidez del sol. Deje de soñar porque me aburrí y es que los sueños cuando son inventados no crean el mismo efecto que los que pasan cuando realmente estamos dormidos, estos, que imagino no promueven emociones solo visiones que aparecen, lo único rescatable de ellos era el entretenimiento. Me levanté de la banca y me puse mi bota se me hizo algo extraño que mi pie entrara aunque la agujeta estuviera atada, no le di mayor importancia, el sol, que ya se levantaba formaba un espejo en el lago mientras los primeros patos bordeaban el estanque graznando al unísono, el sereno de la noche despertaba en la hierba ese aroma tan peculiar y las gotitas enganchadas en las telarañas se podían ver a contraluz, estaba de muy buen ánimo era una mañana perfecta, el aroma, los patos, los brazos de sol, la banca y todo encajaban perfectamente me hubiera gustado mucho que fuera real pero llega el momento en que el que, si queremos regresar a la luz debemos seguir el camino negro, así que decidí no soñar más por el momento y en un parpadeo me encontré nuevamente en la oscuridad que guiaba mis pasos. Por un rato decidí ya no pensar ya no soñar aunque me divertía el regreso a la realidad sin luz era poco menos que dramático y pensé una vez más, "No vaya yo a volverme loco de tanto figurar y de tanto hablar conmigo, de tanto imaginar y de no dormir". Así que deje atrás cualquier indicio de fantasía y camine a paso veloz entre esa noche inexistente, no tenía sentido del tiempo y ya no lo quería, decidí no voltear atrás no es que tuviera miedo a convertirme en una estatua de sal, de lo que quería alejarme era de esa boca de lobo obscura y desgarradora. De pronto fui sorprendido a quema ropa , del cielo cayó justo en el bolsillo de la camisa una pluma, con cuidado la saque y un ligero destello de luz la iluminó, era de color café, parda de diferente tonos, la cera aún fresca la hacia al tacto como una seda, quizá en un mundo de luz una pluma no sea mucho, pero cuando te topas con ella en la obscuridad y un rayo de luz la ilumina todo cambia, a decir verdad primero pensé que era otro de mis sueños otra de mis creaciones, asumí por un momento que mi mente había flaqueado y la había imaginado, no fue así, a lo lejos y aún a obscuras escuché el graznido del que seguramente era el dueño de esa pluma; continué caminando e intenté correr al escuchar los aleteos de una parvada que se aproxima al lago, casi sin detenerme pase a un lado del charco aquel y me aseguré que no fuera parte de mi imaginación, el aire me empezaba a faltar y eso constataba que no soñaba, pude sentir en mi rostro la humedad de la mañana y gradualmente la iluminación inundaba mis sentidos, los poros de mi piel exalaban sudor y mientras las gotas resbalaban descendiendo en la frente caían hasta el piso, el mismo que paso a paso se encendía como lámpara de petroleo, la curiosidad me ganaba pensé muchas veces en voltear hacia atrás y ver cómo la obscuridad quedaba como ante-pista a la luz, luz que ya me envolvía justo al canto de las ranas y del gallo. No volteé no había nada que ver, era un vacío oscuro y atemporal que poco a poco quedaba atrás. La mañana me recibía así como las aves, el sol se levantó y se puso dejando por fin mostrar la obscuridad de la noche pero en está ocasión una noche repleta de puntos brillantes llamados estrellas.

Fin

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