Publica Tu Cuento: Nuestro Último Viaje

Nombre*:Victor Daniel Reyes
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Género*:Microrrelato
Título*:Nuestro Último Viaje
Cuento*:—¡Bye, Lady! ¡My lady, lady! !Bye¡¡Bye! —canto.
Tomo entre mis manos la tuya. Está laxa y fría. El maldito cóctel de aromas balsámicos quiere opacar el olor a lavanda de tu piel.
Como si hubiera sido ayer, recuerdo nuestra primera aventura. Fue hace 14 años. Nos dejaban en la guardería al terminar las clases. Estábamos en el comedor mientras el resto de los infantes poco a poco se iban con sus padres.
Lanzaste tu mirada avellana, esa que veré solo ya en sueños, y me dijiste:
—Johnny, ¿quieres ser mi esposo?
—My Lady —respondí.
—Nos iremos a vivir a mi casa. Le diré a mi papá que te preste su ropa. Dormirás en mi cuarto. Lo comparto con mi hermanito, está bebé —comentaste con algarabía.
Tomaste mi mano. Me apresuraste. No recuerdo haber visto a las maestras ni a Don Jaimito el conserje, mucho menos a los demás niños que se quedaban con nosotros. Pasamos a un lado del señor con ropa sucia y rota. Su olor a comida rancia y la falta de dientes al sonreír me hizo apretar tu mano. El vaivén de tus rizos rubios me calmó.
Esa tarde, al igual que el resto de las que hemos vivimos juntos, ha sido como viajar en una nube de algodón rosa.
Me trajiste a la tierra de nuevo cuando me dijiste:
—Tomaremos el metro. ¿Has viajado en metro?
—¡Bye, lady! —respondí.
Susurraste con una sonrisa:
—Los menores de seis años no pagamos pasaje. Todos los días paso por aquí.
Me aventaste delante de ti. Tus manos en mis hombros empujaban mi espalda para deslizarnos escasos centímetros bajo el molinete del metro. Las puertas del vagón estaban abiertas. Ingresamos segundos antes de que se cerraran. Dos lugares vacíos en una esquina nos invitaron a sentarnos.
—Cenaremos albóndigas. Espero que te gusten —comentaste.
Tu mano no me soltó. Me llevaste a ponernos de pie luego de escuchar el nombre de la estación.
Mi corazón latía con intensidad, a pesar de que no saber del todo español, entendía nuestra aventura.
—Niños, ¿con quién vienen? —nos dijo una voz femenina.
—No voltees, Johnny. ¡Mamá no quiere que hablemos con extraños! —respondiste al aire.
Nos apresuramos a salir de la estación. En el último escalón, tu abuela y un montón de policías nos esperaban detrás de dos jacarandás.
—¡Nos han pillado! —gritaste.
Yo me encontraba perdido en el color rosa de las flores.
Me abrazaste tan fuerte como un infante pudiera haberlo hecho, y yo, desde ese momento, supe que éramos el uno para el otro. A pesar de que el viaje fuera corto.
Pero cayeron tus hojas antes del otoño. Sigo con tu mano entre las mías, preguntándome si al final del túnel has encontrado tu luz, ya que la mía se ha apagado.
Aún espero a que me digas: Tomaremos el metro. ¿Vienes conmigo?
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