Cuento*: | El tango en mil novecientos, no se baila por belleza. Podías ser la más linda,.. y planchar sobre la mesa. En cambio... algún bagarto, de pelos como un erizo. Sale primera a danzar, si saca viruta al piso. Y al llegar el compadrito, vestido como un bacán. Se apoya contra la barra, para de allí campanear. Una ginebra y el pucho, pa' relojear el lugar. Y ver cómo está la noche, a la hora de arrancar. Y al comenzar los arruyos, del arco sobre el violín. Mientras llora el bandoneón, las penas de la poesia que escribe Discepolin. Se dirije a la percanta, que con tan sola mirarla. Ya avanza hacia la pista, para así... bailotear. Estira los tiradores, se abrocha el traje a rayas. Y con suave ir y venir, le saca brillo al charol... de su impecable botín. Ella... el vestido ajustado, pa' resaltar sus encantos. Y el coqueto caminar, arriba... sus tacos altos. La morocha... la más linda, de las lindas del lugar. Si hasta la misma Mireya, la aprendió a respetar. Y "escuchando el cuerpo del otro", se entrelaza la pareja. Se inicia... "La Cumparsita"... la caminata tanguera. Un corte... una quebrada y un complicao firulete. Pa' deleite e' la gilada. Y el murmullo de la gente. Belleza y sensualidad, si hasta parecen flotar. Se unen los corazones, todo esto... sin hablar. Y en ese último acorde, que la orquesta les regala. Se paraliza el tiempo, y se fija... la mirada. No era cuestión de belleza, ni tampoco ser más guapo. Cualquier fea y un perejil, te pasaban bien el trapo. Asi lo cuenta la historia, y por supuesto... ¡no miento!. Así se bailaba el tango,.. Allá por mil novecientos. @mi_version_poeta |
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