Luisa realizó el aseo, como cada miércoles, de la casa aprovechó que su hijo Roger y Alan, estuvieron en la escuela, y su esposo Robert en el trabajo. Era muy meticulosa en cuestión de la limpieza. Mientras hizo el aseo, prendió la radio, para escuchar música y las noticias. Después de media hora, la grabadora donde escuchó se apagó sin motivo alguno. Treinta minutos más tarde, se volvió a prender se escucha una psicofonía muy sutil: "¡mamá!" Luego de terminar de limpiar las demás habitaciones. El cuarto de su hija lo sacudió de forma más profunda cuando vio en el escritorio un portarretratos donde se vieron felices toda la familia, habían sido las mejores vacaciones en la montaña. ¿Con esa acción ella recordó vivir ese fatídico accidente? Habló en voz baja a la foto del portarretrato, y grita dos veces, pero no era más que un susurro. Casi por terminar de limpiar la planta alta, antes de entrar se pone de pie en la entrada del umbral de la puerta de su cuarto con el mechudo. — ¿Otra vez, tú? — Cómo te encanta estar en mi cama, ¿verdad? —Qué buena vida tienes tú, sólo te dedicas a comer y a dormir. — En fin, anda levántate, mejor vete a otro lado, que todavía me falta hacer la comida, ya no tardan en venir tus hermanos. Quiso abrir la ventana, para que se aireara su cuarto, optó por no hacerlo, su pieza en sí parecía un frío inexplicable. E igual expedía un olor nauseabundo. Ya en la cocina, preparó pasta, y té negro para tomar. — Evelyn, baja por favor, necesito de tu ayuda, ¿puedes por favor venir a poner la mesa? No hubo respuesta. — Ashh, no me contesta, me tira de su taruga. Llega Robert, saluda de forma cariñosa a su esposa, se acomide a poner la mesa. Mientras la va poniendo, comenta de cómo fue su día en el trabajo, y que tenía que regresar a su firma, seguido de comer. Llegó su hijo Roger, les presentó un examen con una excelente nota, lo felicitaron. Veinte minutos más tarde se presentó Alan. — Evelyn, ¿Qué no piensas bajar otra vez? — Luisa, con tono bastante molesto ¿Pero me vas a oír, jovencita? Robert e hijos se miran en silencio. Para distraer ese momento incómodo, Alan dice que está harto de que le dejen tanta tarea a mitad de semana. — ¿Vez? No me hace caso, te juro que ya me canso esa niña. Y tal parece que a ti no te importa. Le hablo para que me ayude, y nada, no sé que tiene. — Descuida mujer cuando regrese del trabajo hablaré con ella. — Está bien, por cierto, necesito que le des una revisada a la coladera del baño de Evelyn, me llegó un olor terrible, como ha podrido, a ver si después de que hables con ella, le das una revisada, por favor. Roger le tomó la mano, le dirigió una mirada tierna, pero triste. — Lo haré querida, gracias por la comida, estaba muy buena. Se levanta de la mesa con el plato en mano. Lo dejó en el lavadero, y se quedó pensativo. Se despidió de Luisa, le da un cariñoso beso a su esposa. Sus hijos le ayudaron a recoger la cocina. Roger y Alan, ya en sus habitaciones, no obstante, Alan, estuvo pensativo y preocupado sentado en su silla de su escritorio, por su madre. Fue al cuarto de su hermano mayor, tocó su puerta. — Adelante. — ¿Podemos hablar de mamá? — Claro, ¿qué quieres hablar de ella? Al tiempo cierra la puerta. — Roger, cada vez está peor, temo que pierda la razón. — Opino lo mismo, cuando llegue papá del trabajo, hablaremos con él, a solas. Esto tiene que terminar. A Luisa tuvo la costumbre después de comer hacer siesta, acostada semidormida, sintió en la recámara, una baja temperatura; en eso un ser espectral se sentó en la orilla de la cama la observó, con una mirada penetrante. Luego de un rato despertó, se dirigió al baño y se duchó, se arreglo un poco, y fue al cuarto de servicio, se dispuso a planchar, seguido de una hora se abrió sola la llave del lavadero, con agua helada. — Lo que me faltaba que esto se descompusiera, ¿Pero qué agua tan fría? De seguro Evelyn se terminó el agua caliente, otra vez al ducharse. Entrando la noche llegó Roger de trabajar, vio a su esposa con gesto molesto. — ¿Ahora que pasa mujer? — Vengo cansado de lidiar con gente de carácter difícil y deseo llegar a la casa, para relajarme y encontrarme con caras amables, Y ¿qué encuentro a una mujer refunfuñona? — Tienes razón discúlpame, otra vez nuestra querida hija se acabó el agua caliente, ajusta por favor el grifo. — Lo voy a arreglar, descuida, anda, ve a descansar, hoy has trabajado demasiado. — Mientras lo arreglo, ve a prepararme un café. Y tú también, prepárate uno, traje pay de fresas. — Roger, Alan, vengan papá trajo postre, vamos a compartirlo en familia, ¡ah! Díganle a su hermana que venga también. — Si mamá, ya vamos. Subió el esposo después de que arregló el grifo del lavabo del cuarto de servicio, vio que en la mesa hubo cinco lugares. — ¿Por qué hay cinco lugares en la mesa? — ¿Invitaste a alguien Roger? — No papá, tampoco yo, responde Alan. Interrumpe Luisa, ¿le hablaste a tu hermana? — Sí mamá. — ¿Y por qué no baja? Ya me canso su desobediencia. El esposo la detiene, le dice que ya bajará. — Vamos mujer, el café se enfría. — ¿No, esa terquedad suya de no acatar una orden de su madre? —Ahora si me va a escuchar esa hija mía. En la escalera va hablándole a gritos. — Ya me cansaste ¿qué no me oyes? — Llevo días tratando de hablarte, y nada. — ¿Por qué no me escuchas? Entro al cuarto y la vio con el cabello largo café claro de media cola, blusa rosa, pantalón de mezclilla azul roto y sucio, y tenis negros. Estuvo sentada del lado de enfrente de la puerta, con el retrato en mano que vio Luisa hace horas. La cuestiono la tomó del brazo. — ¡Mira ni siquiera te has cambiado! Llevas semanas con esa ropa, de verdad, que hueles muy mal, estás toda raspada, anda ve a ducharte y cámbiate de ropa, luego te peino y no tardes porque tu papá y hermanos esperan abajo para comer un pedazo de pastel. Permaneció en su postura inmóvil. Luisa, trato de darle un golpe, pero se contuvo, respiro profundo, contó hasta cinco, volvió con la misma pregunta. Pero está vez sí hubo respuesta. — Ya vete a bañar, hija, por Dios, hazme caso. Luisa, grito con voz de energúmena, zarandeó a su hija y la llamó por su nombre. — Evelyn, ¿por qué no escuchas mi mandato? — "¡Porque estoy muerta mamá!" le aventó el retrato, de las vacaciones en la montaña, se rompió, lo tomó llorando, desconsolada. — Aun no puedo superarte amada hija, ¿por qué tenías que morir? — Tan solo contabas con 6 años. ¡No es justo! Dentro del portarretrato había un papel, con algo escrito, era la fecha en la que su hija había perdido la vida, cuando al jugar con sus hermanos, cerca de un acantilado, perdió pisada y cayó rompiéndose la cabeza. — "¡Te amo mamá, gracias por todo, necesitas dejarme ir!" Luisa hizo un llanto desgarrador, se sentó a espaladas de la cama, la llevo a su pecho. Con las piernas dobladas. Subieron de prisa su demás familia, entraron a la habitación, la abrazaron y la consolaron. — Amada esposa, necesitamos que dejes ir a nuestra hija. Nosotros te vamos a ayudar. Se escuchó una voz de ultratumba: — "¡No me olviden!" Los amo. |
No hay comentarios.:
Publicar un comentario