Cuento*: | Era de noche, estaba sentado en el suelo y hacía frío. Estaba ebrio; no podía dejar de beber. Tenía la vista fija en el cadáver, tirado como un muñeco de trapo, a pocos centímetros de mí. Llené mi vaso nuevamente, y no fue hasta ese momento que noté el charco de sangre, sobre el cual yacía el cuerpo inerte. Sonreí, satisfecho, tras esa observación. Estaba orgulloso de lo que había hecho. Por fin, la persona que tanto me había hecho sufrir durante veinticuatro años consecutivos, había muerto. Yo lo maté. Ya no me atormentaría más. Ya no me mantendría despierto durante las noches, repitiéndome cada minúsculo error que cometí desde que nací. Ya no me gritaría al verme ni me diría lo insoportable que soy, ni lo mucho que me odia. Por fin podía estar tranquilo, en paz. Una mujer vestida de negro apareció por la puerta. Observó el cadáver por un largo rato, negó con la cabeza y me miró, decepcionada. Ya sabía lo que iba a decirme. —Te me adelantaste -dijo con voz calmada-. Todavía no te tocaba partir. —¿Y qué más iba a hacer? -contesté irritado-. Ya había sufrido bastante. —Acabas de cumplir veinticuatro -me reprochó. —Suficiente tiempo para un alma desgraciada. -Tomé el último sorbo que quedaba. —Aún no te tocaba… -dijo acercándose a mí-. Tenías mucho por vivir. —Seamos honestos -dije finalmente-, llevaba años queriendo conocerte, queriendo descansar en ti. Me ofreció su mano. Vacilé un momento, pero la tomé. Estaba fría, más de lo que imaginaba. Estaba fría como la noche, como el suelo, como la bebida que se había acabado y como mi cuerpo. Fría, como el cañon de la pistola en mi sien, como el gatillo en mis dedos el sudor en mi frente y la bala que atravesó mi cráneo. Al pensar en esto, pude reflexionar en lo que dijo. Si, tenía razón: tenía mucho por vivir. Pero ya era tarde. —Es hora de irnos -dijo, mientras me ayudaba a levantarme. Miré el cadáver una vez más. —Vamos -asentí y salimos de la habitación. En la nota que dejé, escribí con letra nerviosa que había sufrido mucho, pero, ahora que lo pienso, tal vez no sufrí lo suficiente; tal vez no viví lo suficiente. |
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