Cuento*: | Había una vez un dragón grande y morado, que cuidaba un pequeño castillo. Cada que un ladrón intentaba entrar al castillo y llevarse los cofres de monedas de oro. El gran dragón morado los espantaba con su ataque de fuego que salía de sus fauces. Pero al dragón no le gustaba echar fuego y estar siempre solo en la oscuridad del castillo. Un día abrió las puertas de acero con su más poderoso fuego y escapó del castillo. Guardó sus grandes alas y caminó, y caminó, y caminó, hasta que llegó a un bosque encantado. A los pocos minutos de estar caminando y no encontrar algo interesante que hacer, sintió sed. Se detuvo cerca de una cascada y miró su reflejo en el río cristalino que fluía tranquilo. Estaba por tomar un poco de agua cuando una voz dijo: —Por favor no me beba. —Pero ¿por qué? —Preguntó el dragón a la burbuja de agua. La burbuja se reventó y luego apareció otra y le contestó: —Porque se supone que el fuego y el agua no se llevan. Si lo haces me convertiría en humo. La burbuja se volvió a reventar y el dragón le contestó: —Tengo mucha sed, tengo horas caminando desde el pequeño castillo. Una burbuja más grande se formó. —Te daré mi agua si tu me ayudas a ya no fluir por éste río, a quedarme aquí. —Está bien, ¿Cómo te puedo ayudar? —Busca algo que me ayude a quedarme. Este lugar me gusta y no quiero irme —dijo el agua— tal vez en el bosque encuentres algo. Entonces el dragón y el agua hicieron un trato. El dragón le ayudaría al agua a no irse del río y a cambio el dragón tendría el permiso de beber toda el agua que quisiera. Mientras el dragón buscaba una solución, en el bosque se encontró con una pareja de castores enojados. Al parecer tenían un problema con su casa la cual estaba construida de ramas de árbol. Los castores eran de un hermoso color café brillante, con sus dientes grandes y utilizaban su cola para aplastar las ramas. El señor castor estaba colocando una montaña grande de ramas pero al poco rato se derrumbó toda la montaña. La señora castor gritó y el dragón se acercó moviendo sus dos grandes alas. —Ya te dije que estas ramas viejas no sirven —le decía la señora castor a su esposo. Al ver al dragón acercarse, el par de castores se sorprendieron por su gran tamaño. —Buenos días —saludó el dragón después de que el señor castor le diera los buenos días. —¿Y qué hace un dragón por estos lugares? —preguntó la señora castor. —Cuidaba un castillo pero decidí dar un paseo. Al escuchar aquello la señora castor sonrió y le pidió de favor quemar las ramas con su fuego. Él respondió que no le gustaba lanzar fuego porque su garganta se sentía seca y era desagradable. El dragón les dijo que también tenía un problema. —El río no me deja beber su agua y quiere que lo ayude a no irse. El dragón miró todo el montón de ramas que los castores no querían para construir su casa y se le ocurrió una idea. —Que tal si llevamos todas sus ramas a la orilla del río. —Es peligroso —dijo el señor castor. —Podemos vivir en el río, tendríamos agua y aquél zorro no nos molestaría por las noches —dijo la señora castor. —Creo entonces que es una buena idea —dijo el señor castor, estando de acuerdo con su esposa. Los castores al final estuvieron de acuerdo de llevar todas sus ramas al río. Cuando llegaron junto al río, el dragón les explicó. —Vamos a poner las ramas en el río, construimos una muralla grande como la del castillo y alrededor pondremos troncos y piedras así el zorro no pasará. En eso el agua del río gritó: —¡NO! ¿Por qué quieren poner basura en el río? eso es malo, me enfermo si lo hacen. —No vamos a tirar basura —dijo el dragón— Simplemente vamos hacer una muralla de madera para que ya no te puedas ir. Todos estuvieron de acuerdo con el plan y se pusieron a trabajar. Colocaron piedras y el agua se comenzó a estancar, pusieron las ramas y se formó una pequeña cueva, en la entrada colocaron troncos y la casa del par de castores quedó en medio del río, lejos del zorro. Todos se habían ayudado, los castores tenían su casa, el agua del río se quedaría en el lugar que le gustaba y el dragón obtuvo su buen trago de agua después de hacer nuevos amigos. Fin. |
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