Cuento*: | Era un día fresco de otoño en Buenos Aires. Las hojas secas cubrían las calles y las veredas. El viento que soplaba fuerte y frío, levantaba el amarillento follaje seco del piso, mientras el sol resplandecía brillante en un cielo celeste y despejado. Carlitos salió de su casa a las 7:30 de la mañana bien emponchado, y caminó hasta la avenida para tomarse el bondi. Cada vez que daba un paso crujían las hojas secas debajo de sus pies. En el camino saludó al almacenero que estaba abriendo su local en la esquina. - ¿Qué haces, pibe? - Todo en orden… - Respondió Carlitos -....con frío. Las conversaciones con el almacenero siempre eran cortas. Una vez en la parada de colectivo, Carlitos se acomodó la bufanda tapándose la boca y acto seguido estornudó, estaba bastante resfriado. Para limpiarse buscó en el bolsillo de su camperón verde un pañuelo de tela, que tuvo que sacar rápidamente porque el bondi ya estaba por llegar a la parada. En el apuro, Carlos no reparó en que del bolsillo también se había caído una foto carnet de su padre, cosa que él siempre llevaba consigo. "Hasta Flores" le dijo Carlos al chofer. Ya dentro del bondi, Carlitos metió la mano otra vez en el bolsillo de su camperón, esta vez para guardar el pañuelo que aún tenía entre sus dedos y notó que faltaba la foto. Se desesperó. Comenzó a buscar compulsivamente en todos sus bolsillos, pero no encontró lo que estaba buscando. A los empujones se dirigió hasta la puerta del colectivo y le pidió al conductor que pare. Corrió hasta la parada, con la esperanza de que allí encontraría la foto, y comenzó a revolver entre las hojas secas al grito de "¡Qué boludo que soy!". No halló nada. El viento ya se la había llevado. Carlitos estaba angustiado, muy angustiado. Pero no podía faltar a su trabajo, así que esperó al siguiente bondi y lo tomó. Ese día Carlos llegó por primera vez tarde al laburo. - ¿Qué te pasó? - le preguntó su jefe. - Nada, me quedé dormido. Pasó el día y a las seis de la tarde terminó el turno de Carlitos en la metalúrgica. Fue a la parada, esperó el bondi y una vez en el colectivo de vuelta hacia su casa, Carlos recordó lo que había pasado esa mañana y se le escapó un lagrimón. Esa foto significaba mucho para él. Por eso cuando bajó del colectivo se dispuso a hacer el mismo recorrido de la mañana pero a la inversa, desde la parada hasta su casa pasando por el almacén de la esquina, mirando al piso y empujando las hojas secas con sus pies. Tenía la esperanza de encontrar allí la foto extraviada. - ¡Che, pibe! Carlos levantó la mirada. Era el almacenero. Lo miró y esperó a que el hombre continúe con lo que tenía para decirle. - Esto es tuyo ¿no? (Mostrándole la foto carnet de su papá.) La encontré barriendo la vereda esta tarde. Yo no lo conocí, pero te pareces bastante eh. Carlitos sonrió, asintió con la cabeza, tomó la foto y continuó caminando hacia su casa. Las conversaciones con el almacenero siempre fueron cortas. |
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