Cuento*: | Comencé a trabajar en Harper's Industry en 1959, acababa de cumplir trece años, en aquellos tiempos no se consideraba explotación de menores, sólo era necesidad. Para mí fue una liberación, salir de mi casa por el motivo que fuese, aunque me pasara la mayor parte del día en aquella fábrica de jabón, aunque, desde Mr Harper hasta Johnny White, el último peón, me putearan constantemente. Yo era especialista en dejarme putear desde que nací, mi padre fue mi mejor maestro. Johnny me odió desde que puse el pie en la fábrica. Hasta que yo llegué, él era el más joven de allí, el punching ball común. Todos los gritos y pescozones eran para él y entonces pasaron a ser míos, y él me odiaba porque yo le había robado su extraño protagonismo. Creo que en este siglo Johnny habría sido carne de terapia,sin duda alguna. Yo no tenía un trabajo específico, lo mío era todo. Lo mismo tenía que barrer o que salir a comprar los ingredientes que los demás quisieran para su almuerzo, e incluso hacer de niñera para los hijos de Mr Harper, cuando su esposa los dejaba allí para acudir a sus reuniones de caridad. Me gustaba cuidar a los pequeños Harper, con ellos disfrutaba de una niñez que nunca tuve. Jugaba a todo lo que se les ocurría y en aquellos momentos me sentía libre y feliz. Ellos fueron quienes me dijeron por primera vez Te queremos y yo los adoré. Por eso tuve que matar a Johnny, para protegerlos. Una de esas mañanas en la que los niños estaban en la fábrica, jugaba a encontrarlos entre los muchos recovecos que allí había, se habían escondido bien los muy granujas y ya no sabía donde buscar, hasta que al doblar una esquina me topé con Wendy que miraba asustada hacia algo que yo no conseguía ver. Me acerqué a ella y desde donde estaba contemplé al pequeño Mitch que tenía una de sus manos metida en los pantalones de Johnny mientras él le impedía moverse sujetando sus brazos. Grité el nombre del niño y Johnny respingando soltó a Mitch y corrió hacia el piso superior. No hice nada más que abrazar al pequeño y poner a salvo a los dos, llevándolos al despacho de su padre y convenciéndolos para que no contaran nada. Antes de terminar la jornada, me escabullí y me dirigí al puerto, era el camino de Johnny hacia su casa. Ya había anochecido y las callejuelas que llevaban hasta allí estaban vacías. Me escondí esperando la llegada de ese malnacido y cuando su espalda se puso a mi alcancé, golpeé sin piedad. Abandoné su cuerpo y corrí hasta mi casa, dormí sin una sola pesadilla y por la mañana acudí con presteza a la fábrica. Unas horas después llegó la noticia de su asesinato, fue una sorpresa, sí, pero todos siguieron trabajando sin al parecer sentirse muy afectados. Pocos días más tarde Mrs. Harper dejó a los niños y yo volví a hacerme cargo de ellos. Jugábamos a las cartas cuando Wendy me preguntó ¿Porque nos mira así Johnny? Giré la cabeza sorprendido y asustado, allí solo estábamos nosotros. Regañé a Wendy por mentir y ella medio llorosa me dijo ¡No miento Bruce! ¿ No ves que está ahí, mirándonos? Un escalofrío me recorrió y me levanté llevándome a los niños. Cuando se marcharon y volví a mis tareas, reflexioné sobre el asunto y llegué a una conclusión, él estaba muerto y los muertos no pueden hacer daño a los vivos, así qué ¡Qué te den Johnny! Su muerte me benefició, sin habérmelo propuesto heredé su puesto de trabajo por lo que dejé de tener contacto con los niños. Los veía de lejos cuando iban y los saludaba cuando pasaban por encima de los trabajadores de camino al despacho de su padre. Mitch correspondía a mi saludo, pero Wendy solo miraba detrás de mí con ojos asustados, lo que me hacía girar la cabeza para encontrar... nada. La mirada de la niña me provocaba escalofríos, aunque también ayudaba el frío que había en aquella zona, un frío que se me calaba hasta los huesos. Por eso le pedí al capataz que me cambiara de puesto y, aún no se porqué , aceptó y me envió al lugar más alejado de la fábrica. Llevaba tan solo un par de días allí, cuando mi cuchillo se partió y tuve que ir a buscar otro al almacén. Cuando entré en él me sorprendió que la trampilla que llevaba al sótano estuviera abierta, el capataz se llevaría una buena bronca si Mr Harper por casualidad bajara, en él se guardaban las herramientas más valiosas, así que me acerqué para cerrarla, y en ese momento sentí un empujón que me hizo trastabillar y precipitarme al vacío. Cuando recobré el conocimiento me levanté sin esfuerzo y dí gracias al cielo al comprobar que no tenía nada roto. ¿Quién me habría empujado...? Pensé que debería tener cuidado en adelante, alguien no me quería bien. Volví a mi puesto con un nuevo cuchillo y me dispuse a seguir trabajando cuando vi a Wendy en la galería mirándome con los mismos ojos asustados de aquella vez. La niña señaló detrás de mí y yo me volví. Johnny estaba allí y me saludaba sonriente. Yo estaba atónito pero aún lo estuve más cuando oí gritar a uno de mis compañeros en el almacén. Me acerqué corriendo como todos los demás y cuando me asomé al sótano, vi mi cuerpo inmóvil en el suelo. Y aquí estamos desde entonces Johnny y yo, condenados a estar juntos, odiándonos para siempre. |
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